Cada
día es distinto. Cada día nos ponemos o nos quitamos una máscara,
para ocultarnos o liberarnos. A veces, parecemos una cebolla,
cuya piel la protege del frío y de los daños externos. A veces
llevamos tantas capas y tantas máscaras que, al final del día ni
nosotros mismos nos reconocemos.
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