Estimado maese Miguel:
Disculpe mi atrevimiento al escribir estas líneas e importunar vuestro bien ganado descanso eterno, en mi humilde opinión sois vos el más grande entre los grandes genios de la pluma y solicito vuestra intercesión para una pequeña ayuda.
Permitidme que me presente, mi nombre es Mónica Siruela aficionada a la pluma desde bien infante. Debido a mi azarosa vida tuve que desatender mi vocación pues era menester dar de comer a la familia antes que rasgar el papel con mi pluma. Una vez que el destino me aportó cierta bonanza y confort mental he vuelto a retomar esta afición que con vos comparto. No os preocupéis, no pretendo llegar a vuestro nivel de grandeza, haber escrito numerosas obras de tan alta calidad, sobre todo la más grande por la que aún en esta era tan frívola de vivir se os reconoce un gran talento, me estoy refiriendo a El Ingenioso hidalgo caballero D. Quijote de la Mancha, obra maestra traducida a 140 lenguas, reconocida en cualquier rincón del globo terráqueo.
Soy consciente que una obra de tal calado necesita de un recorrido vital como el vuestro y francamente, no dudo que me ayudaría a plasmar con la pluma una gran obra, pero no es lo que tengo en mente, pues pienso que el sufrimiento mejor evitarlo si es posible, aunque sea para bien. Espero no disgustarle al mostrarle mayor admiración por sus Novelas Ejemplares o los temas pastoriles que con tanta destreza entretuvo a sus coetáneos. El caballero de la triste figura sólo hay uno y el proceso de crearlo posiblemente llevó muchos días y noches a la luz de una sencilla palmatoria en sus aposentos de Valladolid. He tenido el placer de visitar vuestra espartana residencia y admirar la mesa sobre la que habéis creado vuestros ilustres personajes, casualmente dispongo de una similar, aunque sin tanta historia sobre sus patas, por eso tras sopesar mucho enviaros esta carta, he decidido escribirla e incordiar vuestro bien merecido descanso para pedir un favor: recomiéndeme a una de sus musas.
Estoy segura que con una de ellas sería suficiente, tampoco la más importante sino una que me ayude en la tarea de crear ese libro o novela que permitirá mantener mi recuerdo en la mente de las generaciones futuras. No pido una obra maestra, tan sólo una que, si bien pase sin pena ni gloria en mi vida activa, sobreviva a mi muerte y consiga interés para que mi legado se llene de gloria, que todos hagan mención a mi creación y sea gustosa y admirada en una sociedad futura.
El mes que viene se celebrará la fecha de vuestro fallecimiento en todo el país. En teatros, colegios, centros cívicos y medios de comunicación se leerán párrafos de vuestra mejor creación, D. Quijote de la Mancha y en el club de lectura al que pertenezco desde hace diez años también lo haremos, será brindar un pequeño homenaje al más grande entre los grandes literatos que ha pisado la tierra. No es lo que pretendo, sino que una de sus tantas Musas me inspire a escribir mi opera prima y aunque no lo consiga en vida, pueda con mi muerte ser recordada por una única obra, y mediante ella pueda alcanzar la gloria tan soñada por todo escritor que se precie.
Deseo no sea impertinencia por mi parte molestaros con mi solicitud, si algo he de dar a cambio no tenéis más que decirlo que gustosa lo haré. Por cierto, mi nombre real es Mónica Ciruela, pero mi apellido es tan vulgar que lo he matizado con una S, indudablemente será más comercial.
Me despido de vos, Maese Miguel de Cervantes y Saavedra, con la esperanza de alcanzar la gloria con vuestra ayuda.
Avilés, a treinta y uno de marzo de dos mil veinticuatro
Mónica Siruela
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