El buzón - Dori Terán

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Andrés llegó sudoroso al pie de las altas rocas. Nervioso. María le había contado con pelos y señales como Ana había trepado por la empinada falda del macizo con agilidad y ligereza hacía ya dos horas. Salió disparado sin pensarlo más. ”Esta loca va directa al buzón” pensó. La montaña se alza con poder y majestuosidad rodeando el pequeño pueblo. Su perfil caprichoso dibuja la silueta de dos camellos que mirándose de frente se dan un beso y el espacio que separa sus cuerpos arrodillados tiene el contorno casi perfecto del mapa de Africa. Los ojos de los turistas se quedan prendados en el conjunto mientras reflexionan como la naturaleza ha podido esculpir obra tan perfecta y bella. Se les escapa que el viento el sol, el agua de la lluvia, el frio del invierno y los calores del verano son el mejor cincel, las herramientas más puras para este trabajo. Amén de las raíces vegetales de arboles y plantas, las comunidades de hormigas, abejas y otros insectos, el vuelo de los buitres y águilas que allí anidan, las ardillas, los jabalís, los corzos, las culebras y serpientes y tantas y tantas otras vidas que aportan su arte. Andrés recuerda muy bien el periodo en que Santiago fue el alcalde de Urbel. Fue entonces cuando por y a votación popular se decidió instalar un pequeño buzón en lo más empinado de la cabeza del camello macho. Que es el más alto y fornido y carece de la dulzura chica de la hembra. -”Cuando alguien se decida a subir, podrá dejar en el buzón los mensajes que su corazón le dicte ante la visión de nuestro pueblo desde el cielo” argumentó Santiago. Y así, ayudados y asesorados por picadores expertos en clavar en piedras y en equilibrios, quedó prendido con firmeza el pequeño buzón. Cuando el sol se cuela por el mapa de Africa, deja escapar un rayo sobre el buzón y desde abajo brilla de forma intermitente como si mandase un mensaje. Ana camina muchas tardes de la mano de Andrés, enamorados, soñadores. En Setiembre celebrarán su boda. Hace un tiempo ya que la mirada de Ana se escapa durante el paseo al guiño brillante que el buzón le hace. Siempre le guiña, siempre, aunque no haya sol, aunque madrugue la luna o las nubes cubran el firmamento.-“Me llama” imagina Ana. Y la obsesión se apodera de su mente y de su conversación. –“Tengo que subir” le dice a Andrés. Y este pone el grito en el cielo y trata de disuadirla con mil argumentos…”que si es peligroso, que si está demasiado alto, que si un buzón no te llama de ninguna manera, que si es para escaladores..." ” Pero Ana no escucha. Es joven, decidida y experta en dificultades. No tiene miedo, se ha criado en Urbel y recorrido mil veces sus caminos de cabras. Tendrá que arriesgarse a subir sin que Andrés lo sepa, ¡¡está tan impertinente con el tema!!. Y hoy es el día. Andrés enjuaga su rostro con un pañuelo y muy inquieto se estira, se da la vuelta, vuelve a girar…Trata de divisar a Ana, de encontrarla. Decidido en su empeño escala una altura más para llegar al buzón. Y si, allí está su Ana con el buzón abierto y un papel en la mano. Andrés tiembla. Ana le mira y muy pausadamente lee en voz alta lo que pone el papel. –“ Hoy siete de Agosto de 2023 dejo constancia de este recuerdo que me acompañará siempre, entregué mi virginidad a mi amor imposible Andrés. Los camellos del beso eterno son testigos. Maria”. Ana sin más gesto que la indiferencia suelta la nota y comienza a descender por la pendiente ladera. Andrés petrificado maldice al buzón.

 

 

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