Abrió con su propia llave, se cambió de ropa y colocó la del día siguiente bien estirada en la silla, al lado de la cama. Mientras veía la tele en la cocina se preparó la cena. Terminó los deberes en la mesa del salón. Agotado, se arrastró a su habitación, se puso el pijama a trompicones y se acostó. Cuando llegaron sus padres, tras una larga jornada de trabajo, tampoco se enteraron de que había estado llorando antes de poder dormirse del todo.
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