Aroma que provoca - Dori terán

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El desasosiego se había instalado en su vida ocupando hasta el aire de su respiración. No comprendía. Marcos no comprendía el cambio de Rosalía. Días de vino y rosas definían y pintaban su relación. Se amaban. La dulce Rosalía siempre amorosa y comprensiva. Siendo apenas unos niños se habían jurado amor eterno, ¿qué la estaba llevando a mostrarle tanto desprecio?. No le hablaba. Ni le miraba siquiera. Así ya para dos meses. Imposible que sospechara nada. El susurraba su nombre con voz suplicante cuando se cruzaba con ella y ella jamás paraba sus pasos y siempre ignoraba su presencia.

Aquella mañana Rosalía freno los pies andantes, los clavó firme y decidida en el empedrado rústico que pavimentaba la calle y de soslayo le dirigió a Marcos una mirada de burla a la vez que esbozaba una leve sonrisa, una mueca con sorna. Los hombros erguidos, la columna recta y la cabeza muy tiesa. Y comenzó a hablar con un tono grave y seco, sarcástico y determinante, sentando cátedra en cada frase. Marcos la miraba sorprendido mientras intentaba asimilar el mensaje que el borbotón de palabras con eco de arenga militar, asaltaba sus oídos y su entendimiento. Había rabia en ella. Había intriga en él. –“Marquitos del alma mía, te lo diré solo una vez y no intentes rebatirme con palabras que camelan para engañar. Lo que mis ojos vieron…eso es lo cierto. Este verano, en la fiesta de Santa Centola me acerqué al limonar. Mi intención era coger unos cuantos limones para añadir al tequila que tras el postre íbamos a degustar. Allí Marquitos, allí estabas con la Encarna tumbada en el prado y tú encima jugando a pasaros un limón de boca a boca entre jadeos y calores. Supe en ese mismo instante como quemabas esas horas de tu ausencia diaria y que siempre tenían vagas explicaciones que yo quería creer. ¡Ay Marquitos Y esta vez ¿qué paso?,¿ Tanto te apremió la urgencia de tu pasión que tuviste que hacerlo en el limonar de mi padre? ¡No volverás a probar mi tequila, ni saborearás mi limón!”

Y con un giro repentino y brusco caminó apresurada desapareciendo en el horizonte de Marcos. Con las manos en la cabeza en un gesto de sorpresa y fastidio Marcos comprendió cuanto había abusado con su doble vida de la bondad e inocencia de Rosalía. La amaba pero la sensación de riesgo y aventura era para su vida rutinaria un elixir exquisito y excitante. Además creía tener todo bien atado y nunca ser descubierto pero el aroma de los limones había embriagado sus instintos haciéndole perder la precaución en su última correría. ¡De ahora en adelante tendría cuidado con los limones!


 

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