El mantel tendido al sol revolotea en los suspiros del viento acaparando rayos que calientan el tejido y parecen dotar de vida las rosas en él bordadas.
Marta lo contempla recostada en la tumbona del balcón y hasta se embriaga del aroma que despiden las flores desde el tejido rústico de la tela.
Se imagina una mesa larga, larga, larga…hasta el infinito y visualiza sentado a su alrededor un pueblo de hermanos. El alimento son las manos asidas amablemente los unos a los otros, los otros a los cualesquiera y a los blancos, a los necios y a los santos, a los sabios y a los oscuros, a los héroes y a los villanos…y a toda la diversidad y mezcla que forma el género humano.
Rayos azules envuelven a la Tierra y una luz verde la está sanando. Marta abre los ojos…Marta está soñando.
No se apena Marta de que solo sea un sueño.
¡Por algo ha de empezar el cambio!!.
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