Intranquila esperaba su turno en la sala de espera, desde que leyó la nota en la puerta de su médico indicando que sería atendida en la consulta de al lado sus manos no pararon de retorcerse, no hacía más que pensar como le explicaría al nuevo galeno su problema, con el de cabecera tenía ya cierta complicidad además siempre había sido certero en sus diagnósticos y tratamientos, tanto para ella como para su marido.
Le había costado conseguir cita presencial pues el funcionario de centralita no quería dársela, pero ante la insistencia y su muestra de histeria se la dio. Ahora tendría que hacer acopio de todo su ingenio para que le dieran alguna pastilla para dormir. Llevaba dos semanas casi sin hacerlo y temía cometer algún error grave en el trabajo que desempeñaba desde casa. No se fiaba de lo que le pudieran dar en la farmacia, prefería un consejo y un medicamento recetado por el doctor Cueto. No había marcha atrás debiendo enfrentarse a saber quien para convencerle de solucionar su problema.
Al entrar en la consulta se sobresaltó, no esperaba encontrarse tras la mesa a una compañera de colegio con la que había tenido poco trato, dudaba si abrirse y confiar o mantener la distancia, pero la doctora al verla tan dubitativa y nerviosa intentó relajar el ambiente con un saludo de cortesía y preguntas que se hacen a las viejas amigas que hace tiempo no ves. Eso la calmó ayudando a la doctora a iniciar la consulta.
-Dime Martina que te trae por aquí.
-Hace unos días que duermo muy poco o no lo hago, he tenido una experiencia muy negativa por no decir traumática y no termino de superarlo, necesitaba que me recetases algo para poder descansar.
-Claro, no te preocupes, te voy a tomar la tensión y auscultar el corazón y mientras tanto me vas contando que te ha pasado, no te preocupes quedará todo entre estas paredes.
Martina empezó a bajar el nivel de estrés confiando en su antigua compañera e inició el relato de su desventura.
-Verás todo sucedió al volver de pasar unos días con la familia en una casa rural, siempre lo hacemos antes de empezar el curso escolar para que los niños comiencen más tranquilos. Hace un año que trabajo desde casa, el banco Continental prefiere mantenernos alejados del contacto con clientes salvo que sea necesario y me pareció genial así podría alternar ciertas tareas de casa con la atención online. Tuve que comprarme otro teléfono móvil para desarrollar mi labor, porque ya sabes, que si un grupo de whatsap con el jefe de departamento, que si otro con recursos humanos, otro más con los de caja, los que somos más afines, en fin un montón y temía meter la gamba algún día con tanto grupo, así que un móvil para el curro y otro personal. Cuando aquel lunes comencé a ponerme al día con los mensajes vi que me habían añadido a un chat nuevo llamado 3D, no tenía ni idea qué podía ser pero después de leer las novedades me metí y quien me había añadido era mi cuñada Bea. Te diré que es una persona encantadora, cariñosa, servicial, despistada y muy bromista, todo lo contrario que mi hermano Pablo que de niño era un encanto pero de mayor es un pedo de fabada, tal cual, ¡sí no te rías!
De primeras estaba despistada por cómo lo había conseguido, nadie de la familia lo tiene, pero al poco conseguí recordar que al preguntarme sobre un tema del trabajo le había contestado con ese móvil. En aquel chat había gente que no conocía de nada, me salían números y un nombre al lado, pero ni idea de quienes eran. Empezaron a saludarse, a darse la bienvenida unos a otros, aunque había mayoría de mujeres también figuraban cuatro hombres. El dichoso chat tenía unos 300 mensajes, me armé de valor y los leí uno por uno para enterarme de qué iba. Era un chat de clase, mi cuñada me había añadido a un chat de su colegio, pensé en salirme rápidamente pero si lo hacía tan pronto Bea iba a quedar en mal lugar, así que intenté olvidarlo. Pero ya sabes cómo son las debilidades humanas, en el colegio de mis niños están prohibidos ese tipo de chats, y pensé cotillear para ver si son como los cuentan. Al principio muy comedidos preguntaban cosas de libros, ropa u horarios y tal como comenzó se paró. Desde luego que sosos eran aquellos progenitores y qué comedidos, pero ante aquellos silencios empecé a pensar que en vez de ser un despiste de mi cuñada igual era una broma, así que para animar al grupo decidí meter cizaña y ver si Bea saltaba.
-¿Pero qué tiene que ver el chat con tus problemas?
-Espera, espera, se me ocurrió hablar del profesor de matemáticas al cual no conocía “Me ha dicho mi lechoncito que Fede el de mates toca mucho el pelo a una rubita”. Las primeras respuestas fueron que el de mates no se llamaba Fede sino Francisco y ¿qué es eso de tocar el pelo? Respondí “Uy lo siento, es que mi lechoncito esta sordo del oído izquierdo por un bofetón del entrenador de futbito al fallar un penalti y seguramente no lo oyó bien”. Empezaron a saltar los mensajes alabando al entrenador como buena persona que quería mucho a los niños y nunca los pegaba o maltrataba. El grupo ya estaba animado y no paraban de hablar, si mi cuñada quería reírse de mí pues era yo la que lo hacía. Mi osadía llegó unos días más tarde al comentar “Me ha contado mi lechoncito que el profe de educación física se metió en el baño con una niña morena de coletas y luego ella salió corriendo y llorando”. Casi me da un soponcio cuando una madre dijo que su niña no le había contado nada y que iba a hablar con el susodicho porque a saber lo que intentaba. Todos estaban de acuerdo en hablar con el tutor o con el director, cuando parecía que se ponían de acuerdo en el día y la hora, intervine yo.
-¿Pero todo era una broma?
-Espera, espera, se me ocurrió decir que lo de hablar con profesores o el director no valía para nada, se tapan todo entre ellos para mantener la buena reputación del centro y que tenía una beretta 9 mm con munición, lo mejor era acabar con ese tipo de personas para que no lo volvieran a hacer en ningún otro colegio. Me frotaba las manos pensando que la bromista de Bea por fin iba a reaccionar y destapar su complot, pero lo que se destapó es que a las dos horas de escribir eso irrumpieron cuatro policías en mi casa, me esposaron, revolvieron toda la casa y no paraban de gritarme donde estaba la pistola.
Me llevaron a comisaría, menos mal que aquella tarde le tocaba a Julián ir al colegio a por los niños, estuve 48 horas incomunicada en una celda incomoda, con comida grasienta y agua calentorra, haciendo mis necesidades sin ninguna intimidad y para colmo cuando me llevan ante el juez, me sigue preguntando lo mismo, ¿dónde está el arma? Hasta ese instante seguía con la idea de la broma, pero al ver al magistrado tan serio y con cara de pocos amigos me di cuenta que no era broma sino despiste de ella y no tuve más remedio que quitarme la piel de lobo y convertirme en corderito para explicarlo todo.
Menos mal que el juez fue benigno, me soltó con el apercibimiento de no tener ningún contacto con aquellas madres y padres, de no volver a insinuar matar a nadie ya que estarían pendientes de mí.
Desde aquel día apenas puedo dormir, tengo miedo que se enteren en el banco y me despidan, o que mi familia me dé la espalda, que yo sepa Bea no ha dicho nada pero tampoco habla conmigo. Estas navidades las pasaré sola en casa porque no voy a privar a mis hijos de reunirse con sus primos en fechas tan señaladas, pero yo no quiero ver a nadie, menudo mal trago me llevé por una broma tonta.
Por favor dame alguna pastilla para poder dormir y ver si consigo poco a poco superarlo.
-Claro Martina, y dime ¿lo de 3D que era?
-El curso 3º D de mi sobrino el mayor.
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