Un calvo a la luna - Dori Terán


                                                  

 

  Que hoy la humedad me esté calando los huesos y aterida rechine los dientes castañeteando las mandíbulas, sigue sin justificar el mal fario de los martes y trece. Marina siempre busca culpables de todas las situaciones y circunstancias. Hoy le ha dado por incriminar a la fecha del calendario en todas las desgracias del mundo, incluido el clima que por un día se porta como debe en este mes de diciembre. Voy a tener que recordarle aquel martes y trece que vivimos siendo apenas dos mocosas juguetonas y traviesas y que marcó todo el devenir de nuestras vidas de un aura y un movimiento de prosperidad y armonía, de momentos llenos de magia y fortuna, de amor y veneración.

¡Ay Marina del alma mía!,¡Recuerda!,¡Valora!,¡Aprecia!,¡Agradece!.

Ha llovido Marina, ha llovido mucho desde entonces. Ha dorado el sol la existencia Marina, la ha dorado mucho desde entonces. Marina y yo estamos ahora cerca de los sesenta años y si escribiéramos nuestra biografía, podríamos contar el cuento más hermoso y lleno de ventura que cualquier mujer pudo soñar. Rosario y Marina. Marina y Rosario. Yo soy Rosario

Tras el evento secreto que intervino y marcó nuestro destino todo rodó sin dificultad en nuestros días. La adolescencia se nos antojó etapa de libertad y coraje y ningún riesgo fue capaz de oscurecer nuestros atrevimientos. Marina y sus dieciséis años se enamoraron ciegamente de Antón y yo con mis quince febreros bebía los vientos por Anselmo. Nuestros cuerpos despuntaban con forma de mujer y una energía desconocida y nueva nos envolvía llenándonos de calor sofocante, de color purpura y granate, de cosquilleos en las entrañas. Y nos atrevimos, sí, nos atrevimos a experimentar el abandono inocente y salvaje ante esa fuerza que desbordaba toda razón y violaba todo entendimiento. Sentir, sentir, sentir…fuimos solo y únicamente sentimiento. Ni pena, ni freno, ni miedo. Marina sintió una mañana la primera nausea que le anunciaba un nacimiento. Nacer a un mundo de pañales y baberos, de noches en vela, de leche en los pechos y sin embargo con la fortaleza crecida, nunca un llanto, nunca un arrepentimiento. No olvides querida Marina que ese ánimo, esa garra sólida te la dio el suceso secreto que compartimos aquel martes y trece de un enero. Brillaste feliz en medio de la polvareda oscura y rancia que se levantó. Se escandalizaron los padres y se alborotó el pueblo, el cura entre aspavientos puso el grito en el cielo, en sus sermones de domingo te garantizaba un abismo en tus días y una plaza en el infierno. No te miraron bien Marina, ni bien miraron a Antón. No me miraron bien Marina ni tampoco a mi Anselmo. Todos eramos cómplices de la rotura del deber santo, puro y bueno de la castidad hasta el matrimonio. Más el hechizo que nos protegía hizo que durara poco el asedio. Pronto la rutina se instaló en las gentes del pueblo como el agua desbocada por la tormenta retoma el cauce debido. Y olvidaron reproches, juicios y desprecios.

Antón y sus benditas manos daban forma al barro y nacían figuras y moldes preciosos de la inspiración que brotaba de su alma al contemplar la carita de Selena, su hija, su pedazo de corazón, el embrujo de su presencia, el fruto luminoso de vuestro amor. Pronto su arte se hizo famoso y fue valorado en toda su belleza y esplendor y pagado con creces proporcionándoos la vida desahogada y feliz que disfrutasteis siempre. Anselmo y yo apadrinamos a Selena y toda la riqueza de la belleza que ella porta salpicó nuestra vida como una cascada de agua espumosa, limpia y cristalina y hasta hoy la paz perdura y todos los atributos del amor nos abrazan cada día y todos los días.

Marina has olvidado el encantamiento que nos regaló la luna aquel martes y trece que le hicimos un calvo canalizando todo lo que constituye nuestro ser y estar para pedir un mundo maravilloso para nosotras, nuestro mundo de paz. Te lo recuerdo Marina. A las doce de la noche aquel milagroso martes y trece, de espaldas a la luna, levantamos nuestras falda y bajando la ropa interior, le enseñamos nuestro culos a la luna mientras le gritamos:”¡Un calvo a la luna!” Cuando dimos la vuelta y miramos al cielo, yo vi como el astro nos sonreía. Y desde entonces, nunca importó la tempestad de afuera, el nuestro ha sido y es un camino de rosas.

Recuérdalo siempre Marina, hay martes y trece en los que ocurren prodigios.

Marina, es hora de contarlo. Las personas que creen pueden buscar otros martes y trece donde la luna llena les regale su esplendor si le hacen un calvo. Nunca daremos por hecho que todo está escrito. Los renglones de la existencia están en blanco para que tú los escribas, los dibujes, los colorees. Elige tu pintura. La mía fue un calvo a la luna un martes y trece asombroso que se alió con la luna y con la gente con fe.



 

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