Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente le tengo echado el ojo. Y le echaría algo más y me lo llevaría a casa, a un rinconcito bien mullido. Pero me temo que mis posibilidades son escasas. Mis dueños no me desatan de esta perra correa, valga la redundancia, porque temen que algo le pase a su cachorrita linda. Serán idiotas. Sé que soy pequeña y también conozco mis posibilidades. Estoy en mi mejor edad. Pero me da que este par de dos alelados, que tengo por dueños, no saben multiplicar por siete.
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