Camino encantada - Esperanza Tirado

                                                  árboles verdes junto a un cuerpo de agua tranquilo




Tras superar los primeros diez kilómetros de sendero pedregoso me sentí la reina de la montaña. Me detuve a hacer unas fotos y a reponer fuerzas. Mis compañeros, más acostumbrados a las rutas tempraneras, me llevaban la delantera. Casi ni les escuchaba. Cerré los ojos, en dirección al Sol que ya nos acompañaba desde allá arriba y sentí un abrazo cálido. Respiré todo el aire que pudieron acumular mis pulmones y corrí en busca de mis compañeros. Cual corderillo feliz entre piedras, flores y musgo, deteniéndome curiosa aquí y allí. Recogiendo flores, volteando piedras, descubriendo a sus pequeños habitantes…

Apenas doscientos metros nos separaban. Casi había llegado a su altura.

Oía el eco insistente de su llamada, no fuera a despistarme. Dada como era estrechar mi contacto con la naturaleza cada vez que salíamos de monte.

Dejé mi mente en blanco; en verde, mejor dicho, y escuché agua fluir. Un sonido que se multiplicaba y rebotaba entre los árboles. Me abracé a uno, grueso, verde y con más arrugas y marcas del tiempo que había visto jamás; de esos que parece que han estado ahí desde antes de que el mundo llegase a visitarlos. Y volví a respirar fuerte, cerrando los ojos.

Cuando los abrí me vi rodeada de verde. Esta vez un verde oscuro, casi negro. El Sol se había apartado, dejando su espacio al Nuberu.

Maldito Xuan Cabritu’, protesté para mis adentros. ‘¿Ahora cómo voy a seguir mi ruta?’.

Mi enfado duró lo que dura un rayo de sol en una primavera asturiana. Y dirigí mis pies hacia el sonido del agua que había escuchado antes.

Ya no recordaba a mis compañeros, pero no sentí inquietud ya que me sabía bien vigilada por el Pataricu. Así que continué caminando, buscando el agua, atenta a las señales hasta llegar a una fuente de piedra. Allí sacié mi sed. De agua y de verde. Y sentí que un Ojo enorme me miraba hasta atraparme.

Me llamo Deva. En otra vida fui senderista. Hoy vivo apartada del tiempo, dentro de la Naturaleza, como un ser mágico más.

Si pasas cerca de alguna fuente a reponer fuerzas, escucha con atención el borboteo del agua. Cierra los ojos y respira. Tal vez me escuches fluir.