El molinillo roto - Cristina Muñiz Martín

                                         Resultado de imagen de molinillo antiguo cafe con tapa verde

 

 

El molinillo de mi madre descansa sobre una de las estanterías de la cocina. Es de madera clara, aunque envejecida por el paso del tiempo, con las partes metálicas de un tono verde pálido. Cada vez que lo miro me acuerdo de ella y de las terribles circunstancias en las que los dos, mi madre y el molinillo, quedaron unidos en mi mente para siempre.

Sucedió una tarde de invierno, al calor de la lumbre. Ella repasaba calcetines ayudándose de su huevo de madera. Yo molía café. Me gustaba darle a la manivela mientras el aroma iba ascendiendo por mis fosas nasales. La radio emitía la novela Ana Rosa, con tropezientosmil capítulos. No nos la perdíamos ningún día.

Papá estaba al llegar y se deleitaba tomando una taza de café a pequeños sorbos, como si temiera acabarlo. Lo hacía solo los sábados, porque el domingo no tenía que madrugar. Era una especie de rito. Sabía que eso le quitaría el sueño, pero decía que no importaba mirando a mamá de una manera especial que yo no conseguía descifrar y que la vida me hizo entender.

Me encantaba moler el café. Echaba los granos por la parte superior del molinillo y comenzaba a darle a la manivela lo más rápido que podía. Era una especie de competición conmigo misma. Y claro, siempre ganaba, porque a medida que los granos se iban quebrando oponían menos resistencia y mis manos bailaban ágiles y alegres. Cuando el cajetín se llenaba vertía el café molido en un bote de hojalata. Al terminar lo limpiaba bien y se lo entregaba a mamá para que lo devolviera a su lugar en la parte alta del aparador, inalcanzable para mí.

Aquel día no fue distinto, salvo que cuando mi madre se levantó para recoger el molinillo, justo en el momento en que nuestras manos se rozaban, sin previo aviso, su cuerpo se desplomó chocando con violencia contra el suelo. No hubiera sucedido nada ni no se hubiera interpuesto en su camino el canto de la mesa que la golpeó con fuerza en la sien convirtiéndome en huérfana. Me arrodillé a su lado, llamándola con insistencia, llorando, asustada por su silencio y por el grueso hilo de sangre que brotaba de su cabeza. Salí a la puerta y grité pidiendo ayuda. Los vecinos, alarmados, corrieron presurosos a mi casa. Mi padre llegó al poco rato. Nunca olvidaré sus alaridos, su desesperación, el golpe que dio encima de la mesa dañándose la mano. Sacaron a mi madre de la cocina para llevarla al dormitorio. El médico no pudo hacer más que certificar la muerte, achacando la caída a un mareo ocasionado por el embarazo del que yo no tenía noticia. Quedé sola en la cocina, sin mi madre y con una mancha de sangre en el suelo y en el canto de la mesa. Entonces lo vi. Al molinillo. Tirado en el suelo como ella, panza arriba y con una esquina rota, como ella también. Lo recogí con mimo y me senté en una banqueta abrazada a ese trozo de madera que hacía breves momentos era el centro de mi felicidad. Tardaron en acordarse de mi. Cuando abandoné la cocina para ir a casa de una vecina, la vi. A mi madre. Tumbada sobre la cama matrimonial con su vestido nuevo, las medias buenas, las manos cruzadas sobre el pecho. Mi padre derrumbado en una silla, sujetando la cabeza entre las manos, como si le pesara mucho.

Volví con mi padre dos días después, sin haberme separado ni un momento de mi molinillo que trataron de arrancarme de los brazos sin conseguirlo.

Ya soy mayor, mucho mayor de lo que era mi madre cuando molí el café por última vez. Nunca más lo volví a hacer, pero el molinillo con una esquina rota me ha acompañado durante todos estos años, pese a mis continuos cambios de domicilio, y aunque debería odiarlo no puedo, porque en él sigue viviendo el aroma del café, la espera del regreso del trabajo de mi padre, el calor entrañable de la lumbre, el huevo de madera, la sonrisa y el tacto de las manos suaves y amorosas de mi madre; mi niñez entera y rota, como ellos.


 

                                                     Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.