Me costó reconocerlo. En el primer momento no me dijo nada pero no tenía ninguna duda. Aquello oscuro, sucio, incrustado en no sabía qué masa informe… aquello metálico que nadie sabía qué coño era, aquello, era un pendiente de mamá.
Me costó reconocerlo porque no brillaba, ni tenía la forma de lágrima que tanto le favorecía, ni pendía de su oreja con aquel tintineo tan característico cuando ladeaba la cabeza. No parecía de plata, tampoco un pendiente pero estaba segura de que era uno de los que mamá llevaba a diario desde que los comprara en Santiago, en las platerías tras la catedral, cuando fueron papá y ella a ganar el jubileo... Su brillo nacarado iba saliendo según lo iba frotando. También las rayas de los distintos tipos de engarces … Llegó feliz. Hacía muchos años que no salían juntos a ningún sitio. Aquel viaje marcó un antes y un después en su relación. Ya nada fue igual entre ellos. Nunca nos lo dijo pero algo tuvo que pasar en aquel viaje para que mamá no se quitara esos pendientes ni aquella sonrisa misteriosa y pícara que siempre lucía. Todo la delataba, también el que empezaran a viajar a partir de aquel año santo, y cada vez más. Estaban felices y… ahora ésto… pásese por el anatómico forense, hay varios objetos que queremos que observe con calma, podrían ser vitales para reconocer a sus padres, me dijeron a bocajarro, al teléfono, mientras confiaba en que apareciesen entre los cientos de heridos… Fui ¡cómo no! Era lo que tenía que hacer, aunque estaba convencida de que no iba a servir para nada.
Allí me di cuenta de lo bestia que tuvo que ser aquello, y éso que sólo tuvimos que mirar trozos con algo que no fuese orgánico… ¡y aquel olor! Ahora sé que mamá es una de las víctimas, según parece, del atentado. Lo mismo me da. Podría haber sido un accidente y sentiría lo mismo. Su pendiente incrustado en aquella masa informe me lo estaba diciendo, a mi, pero me resistía a decírselo a nadie más. No podía articular palabra. No sé cuánto tiempo estuve allí mirándolo sin decir nada. Tenía la certeza de que mientras no dijese nada mamá seguiría viva… Seguiría mirando al mar con aquel vestido de rayas cruzado a la espalda mientras la brisa le alborotaba el pelo. Seguiría riendo feliz y despreocupada con mis hijos. Seguiría cantando con papá aquellas canciones que sólo a ellos oía. Seguiría soñando con aquella casa que tantas veces dibujara y que nunca tuvo… mientras que no abriese la boca ella seguiría cocinando aquellas comidas que tanto nos gustaban, quedándose con los niños para que Carlos y yo disfrutásemos a solas de una escapada… Ella lo llenaba todo sin que ninguno nos diésemos cuenta. Estaba pero no la veíamos y, ahora que ya no está, se hace presente a cada instante… ¿Por qué tuviste que ir de viaje?… ¿por qué tuviste que llevar estos pendientes?… ¿por qué? ¿Es que sólo eras feliz cuando te alejabas de nosotros?… … … … ¡¡Eso es!! Sólo viajando erais el uno para el otro, sin hijos, ni nietos, ni trabajo, ni amigos. Solos. El uno para el otro… … … … …
No sabes cuánto te quiero y lo que te voy a echar en falta. Eternamente felices, juntos ya para siempre… gracias mamá… … … …
El funcionario esperó estoicamente, algo retirado, a que Ana dijese algo. Sabía lo difícil que eran los reconocimientos y no quería presionarla pero el silencio de la sala empezaba a hacer mella en el. Se acercó silencioso, apoyó la mano en su hombro y enseguida Ana sacó del bolso un pañuelo, limpió su emoción desbordada , y le miró a los ojos – Es un pendiente de mi madre, estoy segura, siempre los llevaba puestos- reconoció serena . Se levantó y volvió a casa ¡había tanto que vivir!
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