Contigo Forever - Marian Muñoz

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Hoy hace un mes que todo terminó y te sientes tristemente desconcertada.

Parece que fue ayer cuando tímidamente entraste en mi dormitorio. A pesar de mis continuos dolores y lo incomodo de mi postura, me hechizaste. Nunca te conté que para mi eras una paloma de la paz, tan pulcramente vestida de blanco con tus grandes y profundos ojos verdes como si fueran el deseado ramito de olivo que necesitaba en aquel doloroso momento.

Se me ocurre cruzar el océano para hacer negocios y un día que tuve libre me animé a practicar esquí acuático, Aquel pequeño palo en mitad de las olas provocó una caída brutal en el agua y mi cuerpo ya entrado en años hizo el resto. Una pierna rota por tres sitios y dos meses de reposo con una escayola que pesaba más que tu y que yo juntos. Desde el minuto uno te comportaste como una maravillosa profesional, no hiciste ascos a nada ni siquiera al ponerme la inyección en mi barriga, momento que aprovechaba para oler tu melena dorada, el único perfume que te permitías era el de tu champú, hasta en eso fuiste comedida.

Tus cuidados como enfermera y tu animada sonrisa me ayudó a superar aquellos meses de inmovilidad, primero de reposo total y luego pudiendo caminar con aquel enorme peso colgando en mi pierna. El dolor no remitió a pesar de la liberación de la escayola pero tus suaves y finas manos lograron movilizar mis músculos y por fin pude caminar sin ayuda.

La felicidad llegó cuando te invité a bailar en el salón, tu sinceridad en no saber dar un paso con la música me incitó a pedirte que te casaras conmigo. Vi sorpresa, incredulidad y rubor en tu rostro, con tu mirada me decías no comprender la petición pues nuestra relación había sido puramente profesional y ni tú ni yo nos habíamos insinuado románticamente. Pero alguien que había estado tan cerca de mí, con tanto mimo y dulzura, no podía dejar que se alejara. Ibas a decirme que no cuando te besé, y ambos comprendimos que a pesar de la prudencia de nuestros comportamientos, nos queríamos, nos deseábamos y nos llegamos a amar como jamás habíamos soñado.

Tan sólo tuvimos una semana para preparar la documentación de la boda y en aquella iglesia chiquita, llena de viejitas de negro nos casamos, estabas resplandeciente con aquella túnica blanca y yo con mi pajarita de cuadros, nos sentíamos dichosos. Un pequeño ágape con amigos fue también tu despedida de ellos y de tu familia. Ibas a cruzar el océano conmigo, egoístamente te secuestraba a mi mundo, temiendo que quizás nunca más volverías al tuyo, pero el amor pudo más que el miedo y volamos buscando nuestra felicidad.

Sé que el choque de culturas, la reticencia de mis amigos y cómo no, mis tres hijos, no hacían más que resaltar nuestra diferencia de edad, total treinta y dos años no son nada si el amor es verdadero, y durante cinco largos años fuimos completamente felices. Mientras trabajaba en mis empresas te dedicabas a aprender, yoga, pintura, baile, jajá, por fin te decidiste y éramos los reyes de la pista en las reuniones sociales. Todos envidiaban nuestra compenetración, y como no, nuestro amor. A pesar de nuestra diferencia de edad cada vez que volvía a casa tras una larga y tediosa jornada, con sólo un beso de bienvenida se levantaba mi soldadito, que encuentros tan hermosos y satisfactorios teníamos, ¡a que sí mi palomita!

Pero aquella tarde de mayo en que nos dirigíamos en coche a celebrar el cumpleaños de mi fiel ayudante y amigo Andrea, tuve que parar al lado de la carretera porque debido a la contemplación de tu cuerpo con aquel vestido azul turquesa mi soldadito había izado bandera y no iba a entrar en la celebración con aquella protuberancia. Nos reímos ante mi problema y a pesar de estar elegantemente vestidos, comenzamos una fiesta privada dentro del coche. No sé en qué instante movimos la palanca del freno de mano y sin darnos cuenta el vehículo se movió hasta caer por una pronunciada pendiente. Todo fue rápido e indoloro para mí, aunque no me perdono que para ti resultara doloroso. No me he alejado en ningún instante, te he acompañado en la UCI y cuando te empezaste a recuperar en planta. También estuve contigo al cruzar la puerta de entrada de casa y no permití que te desmayaras a pesar de tu profunda tristeza.

Hoy hace un mes que todo terminó y por fin el notario pudo leer mi testamento, ya esperaba que mis hijos protestaran, lo hice con conocimiento de causa pues tú hiciste el mayor sacrificio de tu vida, apostaste por mi y siempre he querido agradecértelo legándote mis éxitos y mis logros fuera del hogar, porque tú has sido y serás mi gran premio. El día que me susurraste “he estado preparándome toda mi vida para ser feliz contigo” me hiciste inmensamente dichoso.

Has sido generosa al pedir a Andrea que sea quien administre los negocios, que venda nuestra casa y dé el dinero a mis hijos, porque tú no te sientes capaz de recorrerla sin mí, sé que en cada rincón y en cada ventana tendrás un recuerdo. Has tomado la opción de volver a tu país, con tu familia y tus amigos, pero no te quepa duda que también me voy contigo, aunque aún no lo sepas, una semillita mía ha prendido en ti y estaremos juntos para siempre.

 

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