Entre
el tanatorio y la oficina de objetos perdidos, entre el Cielo y el
Infierno, entre rosas y espinas, entre el amor y el miedo, entre la
espada y la pared. Así estamos, sin remedio ni solución. Tú
escondiéndote de mí en cualquier rincón. Y yo, las manos siempre
arma en ristre, buscándote. Hasta que te encuentro. Y bajo mis manos
ante tus lágrimas. Somos inseparables, intermitentes. Como la muerte
sigue a la vida.
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