Las vacaciones me abrieron los ojos - Pilar Murillo

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Estábamos en diciembre cuando llamó la hermana de mi madre para invitarnos a pasar las navidades al pueblo donde nacieron las dos, mi tía y mi tío tenían un negocio, un bar junto a su marido. Muchos años íbamos porque así mi madre le ayudaba en fechas tan señaladas.

Yo hacía unos meses que había cumplido los dieciocho, tenía novio y aunque me apetecía ir al pueblo, pues tenía su encanto, no quería dejar a Sergio solo, porque últimamente lo notaba frío y distante y me imaginaba que si lo dejaba solo dos semanas, al volver me encontraría compuesta y sin novio, como se suele decir, no es que fuese desconfiada por costumbre me parecía un buen chico y no creía que fuese de esos de tener doble personalidad, porque era más bien parco en palabras con la demás gente que no fuese yo, era bastante tímido. Para enrollarme con Sergio, tuve que ser yo la decidida, y nunca me tuve por lanzada, más bien sincera, total estábamos en los ochenta, la mujer estaba saliendo de ciertos estereotipos, empezábamos a ser algo más libres.

Le dije a mi madre que sin Sergio no me iba con ella.

-Tú estás loca ¿Qué van a decir tus tíos si llevas a un chico contigo?

-Entonces os vais sin mí. Yo me quedo aquí.

-Peor me lo pones. ¿Quieres estar en boca de todo el barrio?

-Si tanto te importa el qué dirá la gente es que no me quieres.

- ¿Cómo no te voy a querer? Tú estás tonta.

-No me quieres mamá, porque si fuese así, desearías mi felicidad. O va Sergio o me quedo.

Mi madre no tuvo más remedio que entrar por el aro. Yo era mayor de edad ante la ley y ella sabía lo rebelde que podía llegar a ser. Por las buenas muy buena, pero por las malas…, sí o sí la iba a montar así que me dijo un “Ya veremos” bastante resignado.

Lo cierto es que cuando llegó el día Sergio estaba con su maleta, a mi ladito, esperando el tren que nos llevase a mi madre, a mi hermano mayor y a nosotros a aquel pueblo que tenía su encanto. No era pequeño, pero no llegaba a ser una villa, todos los habitantes vivían del campo y del ganado. Una vez allí haríamos planes de ocio y viviríamos juntos en casa de mi familia.

Llegamos por la tarde, a penas dos horas de viaje entre mi ciudad y el pueblecito. Presenté a mi chico a la familia, mi tía no disimuló al mirarlo y luego mirar a mi madre que se encogió de hombros.

Nos asignaron habitaciones, yo dormiría con mi madre, aunque ya llevaba un año acostándome con Sergio en camping o en casa de sus padres cuando no estaban. La habitación de mamá y mía al fondo del pasillo a la derecha y enfrente había un cuarto de baño pequeño. Mis tíos a continuación, Sergio frente a la habitación de los tíos y mi prima Macarena en la habitación de la entrada, de frente a ella estaba la cocina y a continuación un baño completo y más grande que el primero mencionado. Entre la habitación de mi prima y Sergio había un salón. El bar estaba justo abajo.

Sergio, mi prima y yo nos quedamos hablando en la cocina, después de cenar, mi prima y yo no parábamos de hablar con entusiasmo y yo no me estaba fijando y la cara de pasmado que se le había quedado a Sergio cuando miraba a Macarena, una chica con curvas, rubia, de ojos verdes, vestía como Madonna en la película “Quién es esa chica”.

Éramos bastantes diferentes mi prima y yo, ella salió a su madre y a la mía y yo a mi padre, pero también atractiva aunque morena de pelo y piel.

Pensé que estando de vacaciones todo sería mucho mejor entre Sergio y yo, que volvería a ser el que antes era. Allí no había mar, pero había un río de mucho caudal, ese era mi recuerdo de la adolescencia, no tan lejana donde mi prima y sus amigas íbamos a tomar el sol y nos bañábamos en el río. Luego pasábamos por casa de mi tía, nos duchábamos y nos arreglábamos para salir a la sala de juegos, allí jugábamos al billar o al futbolín o a los videojuegos de las maquinas esas gigantes, luego entrabamos en el único pub del pueblo a tomar una Coca-Cola. Pero era invierno. Menos lo de bañarse en el río que más bien se podía patinar sobre él, podíamos hacer todo lo demás. Mi prima y yo hicimos de guías para Sergio. Él parecía encantado y yo de verle así estaba super feliz. Allí no íbamos a tener momentos para los dos solos, pero en un momento dado que estábamos en el pub mi prima vio a unos amigos del pueblo que estudiaban fuera y quiso ir a saludarlos.

-Os dejo solos tortolitos.

-No tienes por qué hacerlo, nos encanta tú compañía.

¿Cómo? ¿Sergio hablando sin que le pregunten? “Me pareció que no era mí Sergio, bueno, ese era el error que nadie pertenece a nadie.

A la semana de estar allí mientras me estaba duchando llaman a la puerta del baño, era Sergio con voz feliz que como tardé tanto en levantarme y él llevaba un rato aburrido que se iba con Macarena a visitar el pueblo de al lado. No me dio tiempo a replicar nada. Cuando salí envuelta en la toalla, fui a mi habitación y me asomé a la ventana. Ya se habían ido.

Así con la toalla envolviendo mi cuerpo me tiré sobre mi cama, la de mi madre ya estaba hecha, miré a la mesita y cogí mi walkman y lo encendí para escuchar al grupo “Alaska y Dinarama” sonaba “Cómo pudiste hacerme esto a mí” y comencé a comerme el coco. Tardaron dos horas en volver. Yo me había ido yo sola a jugar a la maquina del bar de mi tía.

Cuando regresaron yo tenía una cara de mosqueo difícil de cambiar o de disimular.

-¿qué te pasa? _Dijo mi prima.

-Nada, _Le contesté muy seca.

-¿No tendrás celos de tu prima? -Dijo Macarena riéndose_ Qué no te lo voy a comer. Lo que me sobran a mí son pretendientes y no los quiero. Estoy muy bien sola.

Cogí a Sergio de la mano y me lo llevé a paso ligero cerca de la iglesia que a esas horas no pasaba nadie por allí. Le canté las cuarenta, sin darle gritos, pero sí con la voz más alta de lo acostumbrado.

-¿Tú me quieres? _Le pregunté.

-Sí.

-¿Pero me amas? _ Silencio por respuesta_ Dime la verdad.

-Mira, Carlota, yo te quiero, pero hace tiempo que ya no te amo.

-¿Y por qué has seguido conmigo?

-Porque acababa de morir tu padre y no quería hacerte más daño.

-Está bien. Tú te vas hoy o mañana, pero te vas de aquí.

El quedó descompuesto. Lo volvió a llevar Macarena a la ciudad a que comprase un billete de tren para el día siguiente. Todos descubrieron que nos habíamos dejado, mi madre con cara de desaprobación por haberlo invitado y mi tía lo mismo.

Pasaron las horas y sonó el teléfono. Mi prima llamaba a mi tía para decir que no la esperase a dormir que había llevado a Sergio a su ciudad y que sus padres la invitaron a quedarse para no conducir de noche.

Le arrebaté el teléfono a mi tía.

-Macarena, que se ponga Concha… Sí, la madre de Sergio…. Ah ¿que no está Ahí? ¿Y su padre?.... Me ha colgado.

-¿Cómo que te ha colgado? _Dice mi tía_

-Estos dos se han liado en mis narices.

-Mi hija no le hace esas cosas a nadie y menos a su prima carnal.

-Teniendo en cuenta que su madre hace casi treinta años lo hizo…_Dijo mi madre.

Y ahí las dejé discutiendo como cuando eran adolescentes mientras yo me metí en la habitación a llorar de rabia, pero solo diez minutos, luego debía seguir con mi vida y eso era hacer las maletas para irnos al día siguiente.

Cuando desperté desee que fuese un sueño, pero fue verdad y una dura experiencia de vida que me haría crecer, aún era muy joven y me esperarían más fracasos y aciertos.

Mi madre y mi tía se enfadaron solo unos meses, hasta que una de ellas llamó a un programa de televisión y se perdonaron en público. Fue muy emotivo.





 

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