Al nuevo inquilino de la puerta de enfrente no le salen las cuentas. Siete días tiene la semana. Con la jornada laboral, se le reduce el tiempo. El finde pone todo su empeño. Por mucho que lo intenta, no cuela. Al menos conmigo. Él insiste, preparando la siguiente estrategia con la vecina que toque. Que si te pido sal a deshoras, que si me dejas un destornillador, que si te acompaño a bajar la basura. Aunque las inquilinas solteras del bloque somos duras de pelar. Y, cada vez que termina, agotado, con el turno del primero A al cuarto D, nosotras nos reunimos para preparar nuestro contraataque.
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