Palabras de amor - Marga Pérez

                                          Hombre, Escribir, Plan, Escritorio



Esto será lo último que escriba. No tengo nada más que decir. Estoy cansado de vaciarme, de transformar en palabras lo que soy... Pensé que vivir era algo más interesante, la verdad, que pasar por este mundo tendría un atractivo especial pero, en mis treinta y ocho años de vida, no lo veo. Dije todo lo que quería decir. Punto. ¿Para qué seguir? Palabras, palabras…La verdad es que nunca fui de hablar, todo lo contrario, soy de los de pasar. No hay nada de tanto interés como para salir del mutismo, y, cuando lo hago, reciben mi voz como si el mismo Dios hablara… es curioso... Me aburren las chorradas que todos dicen y yo desconecto… Cansinos…¿ Eso es vivir?

Cuando conocí a Silvia me fui al lado opuesto. Lo de hablar fue lo más de lo más. Estaba enamorado y me esforzaba por hablar. Ella me miraba absorta, no decía nada, sólo me miraba sin desviar los ojos de mis felinos ojos. Mi madre me los dejó en herencia a falta de otros bienes y atraían lo mismo a unos y a otras, una pena que ella sólo tuviera oídos para mis ojos y no se enterase de lo que trataba de darle. Lo supe cuando, sin esperarlo, me echó en cara que no hubiese nada detrás de los ojos que la habían enamorado. Yo ya le había contado todo de mi y había vuelto a mi silencio habitual. Mudo, decía ella… ¿Mudo? Nunca llegó a saber cómo soy, está claro… Por qué no escribes, dijo un día de pasada como si no fuera algo importante ni lo hubiera planeado, sesión tras sesión, con su psicólogo. Sí, me dijo, por qué no pones por escrito eso que no eres capaz de expresar, ya verás, te vendrá bien… nos vendrá bien...

Le había contado todo lo que sabía de mi, TODO, y ella no se había enterado. Así y todo le hice caso y empecé a escribir. No me guardé nada de nada, todo lo puse en aquellas hojas. TODO. Escribir fue para mi un inmenso acto de amor, lo mismo que hablar lo había sido cuando la conocí. Quería agradar a Silvia, arreglar lo nuestro. Quería que ella viese cuánto la quería, nada más, pero su hermano trabajaba en una editorial y publicó mi primer libro, un segundo y hasta un tercero... No entiendo por qué gusté tanto. No escribía para ellos. No era mi intención ser famoso ni gustar a nadie desconocido, sólo a Silvia... Me llamaban de la tele, de la radio. La gente me paraba por la calle… no lo podía soportar. Cuanto más me distanciaba de Silvia más me acercaba a gente que no conocía de nada y que quería saber más y más de mi… ¿Para qué?… No entendía nada ... Me fui, me escondí en un pueblo perdido … no quería vivir así. Silvia me había dejado, me dijo, con las maletas en la puerta, que no podía con mi silencio... se fue y, como pude, me encerré en aquel pueblo en medio de la nada, a cal y canto, solo con mi vacío. Soy palabras y misteriosos ojos felinos. He desaparecido… No tiene sentido seguir… Creí que sería más rápido. Me aseguraron que con una pastilla sería suficiente… y aquí estoy habla que habla, sin ton ni son diciendo tontunas que a nadie importan… Silvia, te quiero… Ah! He donado mis ojos. Los derechos de autor quedan para la investigación de cerebros vacíos. El mío será el primero, es la condición que puse… estarán llegando… Oigo el moto del coche...¡Putas pastillas! Y sigo vio...sient que m voy deshciend por dentro.. que el fnal no est lejos, qu ls letrs se me espan sin ontrl. O puo ms…

Cuando llegaron del instituto de investigación, sólo encontraron este documento y un montón de letras viscosas desperdigadas alrededor

 

 

                                                       Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.