Tiempo de cerezas - Dori Terán

                                           cherry fruit

 

Es tiempo de cerezas en el pueblo que duerme el mes de Junio al son de acontecimientos que distraen y envenenan las almas humanas. Almas básicamente mancilladas en su divinidad por una siembra pedagógica y educativa de un sistema de vida que nos esclaviza denigrando la paz interior y la paz de la convivencia.

Miro las cerezas y me enamora su brillo en un redondo imperfecto que se viste de amarillo en alabanza al sol que las dora y llega a enrojecerlas volviéndolas maduras, provocativas al gusto y al deseo. Me admira su generosidad y la ofrenda de la pureza que las conforma. Me brota en chorros de emoción genuina la gratitud por su belleza que es promesa de sanación y buenaventura, de alimento y deleite. Y así se derrite en lo más profundo de mi ser el cansancio y la desilusión de un mundo que bucea en el miedo despreciando el amor. ¡Hay tanta lectura magistral en la naturaleza!

Ya no busco explicaciones a esa guerra cruenta de Rusia y Ucrania, no las hay. Solo el vahído sucio y maloliente de la dominación podría explicarla si no se disfrazara de “por la justicia”, “por salvar la ley”, “defensa”, y toma y te doy más armas para esos objetivos. Y lo que es importante de verdad, lo que nos distinguiría de las especies que consideramos inferiores, es dejar de asesinar, dejar de matar, dejar de torturar, dejar de destruir.

Pero no vemos, no sentimos, una mente enferma y adiestrada individual y colectiva nos orienta y encamina. Nos posicionamos a una u otra de las partes que promocionan y mantienen como un credo fanático, el dolor, la matanza y la destrucción. Y argumentamos dos mil razones desde cada postura y posición volviendo a perder el norte y la esencia de nuestra existencia: la vida. Y esta gran guerra y todas las guerras más o menos contadas, más o menos televisadas pero siempre acreditadas y justificadas por los frentes, son reproducidas cada día en las situaciones rutinarias de nuestra vida. En nuestros comportamientos, en nuestros movimientos, en nuestros haceres y decires, y lo más terrible…en nuestros sentires. Y lo llamamos opinión, derecho a opinar, derecho a que nos escuchen…y obedezcan, derecho a no escuchar, derecho a no respetar, derecho a sentar cátedra, derecho a imponer, derecho a violar tantas cosas más allá de la asquerosa violación sexual…¡Que mi verdad sea la única verdad!, ¡Porque yo lo valgo!. Lo expongo, lo afianzo, lo peleo, lo “guerreo”.

El escándalo de la guerra es el reflejo irremediable del escándalo en nuestras propias y personales vidas.

Vuelvo a mirar las cerezas que sin mascara ni engaño se muestran como son y nos obsequian su naturaleza y su cualidad auténtica sin adulterar aún en tiempos de pesticidas. Quiero atraer su energía y entidad en la súplica de que los hombres evolucionemos a la recuperación de la nuestra que se perdió quien sabe dónde. ¿En la Atlántida?, ¿En Lemuria?...sin duda en la Inconsciencia Colectiva.

¡Bendito sea el tiempo de cerezas!

 

 

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