Dominaremos juntos el universo, decía siendo niños, mientras tirábamos piedras a latas oxidadas con nuestros tirachinas caseros. A mi me entusiasmaba su valentía y le seguía a todos lados. Era el rey del barrio. Un crack, que diría mi nieto.
A día de hoy lo sigue siendo. Cada día hace planes para conquistar la cocina del centro donde estamos ingresados para llevarse el último yogur de arándanos. Y de paso, piropear a la encargada; que siempre le pone un poco de café de verdad en el desayuno.
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