Hasta los cojones - Pilar Murillo

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Ayer un niño gritaba desde la ventana de enfrente “me aburro”. Y es que no me extraña, me aburro hasta yo. Estoy hasta los cojones de hacer cosas para entretener mi mente. De ponerme un horario. Si en la vida lo he llevado a rajatabla cómo voy a hacer horarios ahora que puedo hacer lo que me de la santa gana? Levantarme a las 11 de la mañana y dormirme a las 3 de la madrugada ¿y todo para qué? Para hacer la misma rutina de cosas. Agradecería que no dejasen a la vista cuchillos, ventanas abiertas, tijeras, pistolas o demás armas peligrosas, ¿Por qué? Porque estoy hasta más allá del coño de no saber en el día que vivo, si es lunes y creo que es martes o viernes y creo que es domingo. Solo sé que todos los putos días escucho al vecino, el de la trompeta que la hace sonar como si la vida se le fuese en ello, me dan ganas de metérsela por el culo, se quejaría sí, pero yo le diría “no tocas todos los putos días Resistiré, pues resiste, hijo de puta, que yo no puedo más. Aunque creo que probablemente el estruendo sea peor cuando intente expulsarla. Se libra de que no soy una psicópata norteamericana. Os libráis todos… Yo sé que estáis acostumbradas a que no pierda las formas y que incluso al reunirnos preferiría que la tierra me tragase antes de escribir una palabra mal sonante o más alta que otra, pero es que amigas mías, de verdad, estoy hasta los cojones.

Después de desahogarse, respiró hondo y esbozó una sonrisa.

 

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