El
prohibitivo tratamiento de mi nieto me hizo pasarme al lado oscuro.
Conocí a estafadores, usureros, traficantes de todo género; desde
simple hachis hasta seres vivos, también de todo género y
condición. La mía, sin embargo, no cambió ni un ápice. Mientras
buscaba el camino y mi pequeño ángel se debatía entre la vida y la
muerte, logré ver la luz. Desde un tugurio, mal llamado quirófano,
conseguí mi propósito. Me había costado un riñón. Viendo a mi
nieto jugar al fútbol desde la grada olvidé mis oscuras cicatrices.
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