Sin hacerme ni un poquito de caso se le pasan las horas llorando delante de la tele. Y yo también lloro, grito, tiro el chupete, dejo el pañal que a veces tendrían que venir los de alertas sanitarias. Pero nada. Se ve que lo de mi llegada al mundo se le ha hecho bola. Y a mí también, si he de ser sincera. Aunque, tal vez, que mi padre no quiera serlo sea la causa principal de su desgana hacia mi. Y de la de ambas hacia el mundo en general. Si con mi chupete se calmase un rato, yo dejaría de llorar con gusto.
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