Julieta y Romeo - Marga Pérez

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Julieta nació con una historia de amor bajo el brazo. Nació a los nueve meses de que su madre flipase frente al televisor con “Romeo y Julieta” en versión película. Quedó tocada por aquella historia y decidió que llamaría así a su hija, aunque aún no sabía que estaba embarazada de ella.

Julieta creció con Shakespeare como parte de la familia. En la estantería de su dormitorio se multiplicaban versiones infantiles, juveniles y adultas de la tragedia. Crecían con ella al mismo ritmo que sus ilusiones hasta convertirse ella misma en parte de la historia que tantas veces había repetido. Encontrar a Romeo pasó entonces a ser su objetivo prioritario.

Creció dando calabazas a cualquiera que se le acercase y no se llamase como su enamorado ideal. Tuvo varios enamorados que por ella se habrían casado en secreto, envenenado, matado… pero Julieta se reservaba sólo para Romeo. Sólo en él podía ver ese amor que da fuerza, que apasiona, que empuja a la audacia y a la valentía, que hace soñar...

Creció soñando. Los chicos con los que convivía eran sosos, les faltaba arrojo, valor, osadía. Los veía pusilánimes, egoístas, infantiles, caprichosos, inmaduros. No tenían nada que ver con Romeo. Necesitaba encontrar a un Romeo que, como ella, creciese impregnado de los valores del auténtico. Un Romeo a la altura de la Julieta en la que ella se había convertido.

No penséis que Julieta no estudió, si lo hizo, y también empezó a trabajar y se rodeó de amigos y salió de fiesta. Nada había en ella que la distinguiese de cualquier otra joven de su edad. Hoy vive en una ciudad moderna, a años luz de la medieval Verona, donde espera conocer algún día a Romeo.

Pero los años pasan y a Julieta no se le pone a tiro ningún Romeo, así que aprovecha las redes sociales para solicitar amistad a los pocos que encuentra antes de que se le pase el arroz.

A los italianos los descarta de entrada. Unos cuantos no responden a su solicitud, cuatro o cinco son demasiado jóvenes, otros tantos viven bastante lejos de ella...-Tiene que ser este, a una hora de coche- Julieta lo tiene claro, es su Romeo, hay señales inequívocas: sobre la marcha acepta su solicitud de amistad, es de su quinta, está cerca… no puede ser otro, seguro que el también espera encontrarse un día con ella, con Julieta..

No hay tiempo que perder y después de intercambiar varios mensajes deciden quedar para conocerse. Julieta está ilusionada, se ve a su lado recitando diálogos y frases que de memoria repite desde niña…

Una despedida es tan triste que te diré “hasta mañana” hasta el amanecer”

Es al separarse cuando se siente y se comprende la fuerza con que se ama”

Si tengo que guardarme un objeto tuyo para recordarte, significa que te voy a olvidar”

Es casi ley, que los amores eternos son los más breves”

Creía conocer el amor hasta que tu belleza sedujo a mis ojos”…

Ojos, mirad por última vez. Brazos, dad vuestro último abrazo. Y labios, que sois puertas del aliento, sellad con un último beso”


Se le acelera el pulso imaginando el encuentro con su amado y no deja de repetir aquellas frases que recuerda, una y otra vez , ocupan sus pensamientos mientras se arregla para la cita.

Las arreboladas mejillas, el brillo febril de sus ojos y la verborrea de su discurso expresan con claridad el estado anímico de Julieta cuando se encuentra con el en la cantina de la estación.

Romeo aparece ante sus ojos en un halo de irrealidad cercano al paroxismo. No hay gente, ni ruido, sólo el en medio de una nebulosa onírica y su corazón desbocado a punto de abandonarla.

Seguro que hablaron, Julieta tenía tablas suficientes para mantener el tipo, hablar de cualquier cosa sin que se notase del todo su agitación. Hablaron, éso seguro, pero imposible saber de qué y cómo siguió el hilo de la conversación. Lo que si sabemos es el momento exacto en que Julieta regresa a la realidad del momento…

- Parece que estábamos predestinados a conocernos- Le dice Julieta sonriente y feliz

- ¿Ah si? ¿Por qué lo dices?

- Romeo, Julieta…- La cara de no saber qué es lo que quiere decir, hace que Julieta deje de ver halos, nebulosas y despierte en medio del barullo de gente que les rodean.

-Shakespeare… La tragedia de Romeo y Julieta…- No entiende nada, ella tampoco.

-Ahhh, Romeo… -dice el al fin – Me lo pusieron por mi abuelo, estuvo en Italia en su juventud y desde entonces le llamaron el italiano. Mi madre pensó que era mejor ponerme un nombre italiano para recordarlo que no el suyo, se llamaba Robustiano, pero nadie lo llamaba ya así... Romeo creo que le gustaba más… Y ¿qué dices de una tragedia?

Julieta ya ve a Romeo con total claridad. Ve su incultura, su atuendo hortera,su pelo grasiento, sus manos toscas, su barriga... y lo que ve no le gusta. Se da cuenta que pertenecen a dos mundos incompatibles y sin decir nada, se levanta y se dirige hacia la salida. Ya casi había cruzado la puerta cuando rectifica, vuelve a la mesa que ocupa Romeo y le deja el paquete que con sus propias manos había envuelto con tanto primor. Desaparece sin esperar a su reacción cuando ve el libro de Williams Shakespeare: Romeo y Julieta.

Romeo antes de subir al tren tira el libro en una papelera – Estoy yo para tragedias...- murmulla mientras otra cita ya concertada ocupa todos sus pensamientos.

 

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