Tiempos de cambio - Marga Pérez

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El parque ha quedado en silencio. Los obreros y la maquinaria que realizan la remodelación ya acabaron por hoy su jornada laboral. El toque de queda a las diez de la noche favorece el silencio y la soledad en los espacios públicos, también en el parque y Don Pedro, el Adelantado, lo aprovecha para bajar de su pedestal y hacer sus ejercicios habituales. Tras flexionar varias veces las piernas, recorre, a paso enérgico, cada rincón, buscando esa flexibilidad perdida después de horas y horas allí inmóvil. Es el único de las estatuas que tiene esta habilidad, otras sólo pueden hablar desde su ubicación y apenas pueden moverse, otras ni éso. Quizá con el tiempo lleguen a conseguirlo… cada noche, cuando quedan solas, lo intentan.

Don Pedro llega al otro lado del parque y se detiene ante la estatua de Afrodita.

-Buenas noches, querida diosa, hace tiempo que no hablábamos

-Si, ya me di cuenta de que últimamente el Sátiro captaba mucho tu atención.

-Sabes que llevo mal eso del tuteo... y el Sátiro, será todo lo libertino que quieras pero a mi siempre me trata con respeto, como Don Pedro, y éso me gusta.

-Eres muy antiguo, Pedro, hay que ir con los tiempos. Fíjate cómo hablan hoy los que vienen al parque…

-Eso podrás hacerlo tú que tienes bancos cerca. La gente se sienta y tú escuchas sus conversaciones...por éso eres tan moderna. Yo estoy ahí arriba...Me miran, hacen fotos… No los oigo. Se detienen poco para hablar de sus cosas.

-Ten cuidado no te vayan a quitar. Mira la fuente grande, ha caído en desgracia.

-¿Qué me dices?

-Pues éso, que la quieren quitar. Ya olvidaron aquel tiempo en que no paraban de pedir una fuente… Espero que la de Verano no siga el mismo camino. ¿Por qué no vas a hablar con ella? Debe de estar muy afectada.

-La verdad es que nunca lo hice. Siempre la vi ahí... oigo con agrado su insistente fluir acuoso pero… sólo me acerqué a ella para refrescarme aquel verano que hizo tanto calor… No sabía tampoco que hablase… Ya que nos va a dejar voy a charlar con ella un rato, a ver qué me dice. Adiós Afrodita.

-Adiós Pedro. No seas duro con ella si te tutea, ella siempre fue de otra clase… marginada, fuera del parque, no como nosotras. Estará enfadada ¡Saben los dioses que palabras utilizará!

Don Pedro, con su espada a cuestas se dirige hacia la fuente por el sendero cubierto de rosas trepadoras. Embriagado por el olor aminora el paso para disfrutar del momento. Respira con profundidad y rememora otra vegetación de otros lugares diferentes y lejanos vividos en su otra vida. Olores de tiempos pasados que no volverán.

El parque está oscuro, más por efecto de los frondosos árboles que por falta de luz de las farolas. Don Pedro camina entre sombras sin hacer ruido. No lejos ve a la fuente sin ninguna sombra que la proteja. Está sola entre asfalto, casas, luces… Erguida, con dignidad, vertiendo chorros de agua de manera circular, sin principio ni fin… Cuando llega allí eleva la voz para que el ruido del agua no impida que pueda escuchar sus palabras.

-Buenas noches ¿Cómo está?

La fuente tardó un poco en darse cuenta de que era a ella a quien se dirigía aquel señor, que durante bastante más de un siglo, veía a lo lejos, en su pedestal… Pero no había nadie, estaban solos, tenía que ser a ella...

-Bien, gracias ¿y usted?

Don Pedro estaba gratamente sorprendido por el trato recibido por alguien de quien había pasado durante tanto tiempo y se animó a seguir hablando.

-He oído que enseguida dejará de estar con nosotros.

-Eso he oído yo también

- A mi no me gustaría que me quitasen de mi monumento, a no ser que fuera para estar en un sitio mejor, ¡claro!

-Yo soy una fuente sin categoría, sin estilo, sin valor de ningún tipo… Es lo que he oído. La verdad es que no me molesta, estoy cansada pero muy agradecida por haber podido ver la transformación de Avilés desde un sitio tan privilegiado.

Disfruté desde el principio de los paseos de la gente, del crecimiento de los árboles, de las fiestas del bollo, las carrozas, de los pasos de semana santa, de los carnavales. Además la música siempre la tuve cerca. Desde el quiosco, domingos y festivos, la banda de música amenizó mis mañanas. Hubo verbenas, conciertos, la mar de ruido, chiringuitos, puestos de venta ambulante, danza prima… nunca me sentí sola. Incluso en los peores momentos, cuando dicen que abrieron otro parque más grande y este quedó casi abandonado, aquí hubo jóvenes que acudían a diario a hacer sus cosas, eran raros pero ...no estaba sola. En otros tiempos los autobuses llenaron de vida la zona. Gente siempre corriendo en busca del autobús que le llevase a casa o le trajese a la Villa a trabajar, al mercado… No, no estoy triste. Vi los cambios de Avilés, el nacimiento de Ensidesa, cómo mejoró la zona de la ría, la rehabilitación del Palacio de Camposagrado… La tienda de deportes que lo ocupara, hace muchos años, no era digna de la categoría de esa maravilla de edificio. No, no me voy triste, es ley de vida, se llama evolución, ya no hay espacio en este parque para mi. ¿Seguir en otro sitio?… creo que cumplí mi misión, no merece la pena que luchen por mi permanencia. Me iré feliz con todo lo que viví aquí durante tantísimos años.

- No sabe cuánto me alegra haberla conocido. Siempre pasó inadvertida para mi y seguro que para muchos de los vecinos de esta villa, también ... la echaremos en falta, buena suerte.

Don Pedro, sin apenas escuchar las palabras que contestó la fuente, le da la espalda para regresar a su pedestal antes de que vuelva la vida al parque. Al pasar por donde la foca, tuvo un gesto impropio suyo , se acercó a acariciarla. El nudo que tenía en la garganta se diluyó en una amplia sonrisa cuando la foca, por primera vez, consigue moverse y corresponde feliz guiñándole un ojo de complicidad.



 

 

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