La Princesa se peinó su larga melena y se colocó la pinza cuidadosamente delante del espejo.
-Espejito, espejito ¿Quién es la más bella? ¿Habrá algún día un Príncipe que pida mi mano?
Un ruido sordo la devolvió a la realidad. En la ventana un sapo gordo y verrugoso parecía mirarla con sus hipnóticos ojos. Volvió a croar y atrapó a una mosca, que volaba inocente por la habitación.
La Princesa volvió a mirarse en el espejo
-Por favor, no respondas. No quiero acabar como esa mosca.
El sapo se relamió satisfecho.
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