Observo y escucho mis pensamientos - Marga Pérez





Hace ya un mes. Estoy sola hablando conmigo misma a todas horas. El médico me dijo que siempre lo hice pero que al dejar de oír, ahora soy más consciente porque no hay sonidos que lo tapen. ¡¡No callo!! Me gustaría tanto poder desconectarme… Hoy al fin decidí salir de casa. La primera vez que salgo a pasear desde que de repente dejé de oir. Cuantos mensajes escritos por todas partes: compro oro, merluza de oferta, prohibido jugar a la pelota, esquelas, fiestas fin de curso, concierto del coro parroquial, prohibido entrar con animales, entrada por la otra puerta, tus vacaciones en Cancún, zona wifi, la línea 2 llegará en dos minutos, ojo al perro, menú del día doce euros, temperatura hoy veintidós grados…

¡Anda! El dos es el número que más se repite. Veo a muchas personas de un lado para otro, algunas van solas y con cara de prisa, otras muchas en pareja, más relajadas, charlan. Los que pasan de tres en el grupo son los que van más lentos, se paran a cada poco, hacen corrillo para decirse algo, se ríen, no tienen ninguna prisa. Yo voy sola y tampoco la tengo, veo letreros de SE VENDE en las fachadas, de SE ALQUILA en los locales, algunos hasta con derecho a compra… Qué sorpresa ver fachadas que nunca había visto. Tienen la belleza del paso del tiempo reflejada en sus balcones, cornisas, entradas… Me acerco a un portal intrigada al ver la puerta abierta y veo que en el entresuelo hay un centro de yoga, hay una placa en la fachada. Entro y descubro una escalera señorial de mármol blanco oscurecido y desgastado por muchos años de limpiezas y repetidas pisadas. ¡Qué guapa! Igual puedo hacer yoga, aunque no oiga… El horario puesto en la puerta me invita a que venga en otro momento. Lo haré. Sentí algo especial al entrar allí… la de veces que pasé por delante y nunca me fijé ni en la casa ni en que se practicaba yoga en ella.

Una conocida me para. Hacía tiempo que no nos veíamos y no sabía nada de lo mío. Enseguida se despidió con un apretón en el brazo que nunca antes me había dado… qué cariñosa es la gente cuando saben de tu vulnerabilidad…

Llevo conmigo una tablet de esas que se borran y se puede escribir hasta el infinito pero, prefiero acostumbrarme a leer los labios. De momento yo no tengo problema para hablar, me dijeron que es fácil que lo vaya perdiendo. Con Paco ya empiezo a tener problemas… bueno, hace años que los tengo pero ahora son más evidentes. Antes pensaba que sólo era porque él no hablaba, ahora veo que ¡no escucha! ¿Tan difícil es? El oye perfectamente. Antes sólo hablaba yo pero pensaba que me escuchaba, me entendía, aunque no dijese nada. Ahora me doy cuenta de que no.  Está a mi lado pero desconectado de mí, como aquellos perros que se ponían en la bandeja de atrás del coche y movían continuamente la cabeza. Hasta le veo los ojos más perrunos cuando intenta esbozar una media sonrisa ante mis soliloquios. Antes apenas le miraba… Creo que estábamos mejor que ahora, la verdad, al menos yo, el oir otras cosas impedía que viese con tanta nitidez ¡¡ quien lo iba a decir!! Perder para ganar… y cómo sube el enfado conmigo misma… ¿por qué tengo que perder siempre algo? ¡Ya está bien! Quiero oir y quiero ver ¿es mucho pedir?