Me he pasado la noche en vela. Es la décima este mes. Estoy harta. Ni los tapones de la farmacia me sirven ya. Ese ruido incesante es insoportable y me va a volver loca. En el instituto ya me conocen como ProfePanda, y no me extraña. Estas ojeras que gasto son terribles.
He preguntado a algunos vecinos cuando coincidimos en el ascensor, pero ninguno escucha nada raro y todos duermen a pierna suelta.
El portero de la finca me comentó algo de una antigua inquilina que se quedó encerrada en el trastero un invierno gélido, mientras organizaba cajas, maletas y trastos varios. Seguramente sea eso, me dijo; que su alma vaga por los pasillos, arrastrando cajas, lamentándose del frío que sufrió aquella noche.
Me parecieron absurdas esas explicaciones de almas vagantes, trasteros misteriosos o golpes del más allá o del más acá.
Pero antes de que esta caja de tapones se me termine, comenzaré la búsqueda de un nuevo piso de alquiler. No sea que me confundan y me metan en la jaula del zoo. Qué Chulina iba a estar allí.
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