Encontré hace tiempo en el buzón una publicidad que me descolocó por lo directo del mensaje. Me dejó rumiando el resto del día. Iba dirigida a mi. Sabía de mi algo que hacía tiempo que tenía olvidado:
NACISTE ARTISTA ¿TE ATREVES A SERLO?
LLÁMAME, PRIMERA CLASE GRATUITA
Y un teléfono… nada más.
Siempre quise pintar pero en casa nunca hubo interés por el arte. Papá decía que éso del arte era cosa de maricas superfluo melifluo . Lo decía así todo seguido y lo repetía así, todo seguido, cada vez que algo le parecía que no era propio de hombres. Para mi padre había muchas cosas propias de maricas superfluas melifluas…
Como entonces los hombres, según mi padre, tenían que dedicarse a cosas de hombres, seguí sus pasos y aprendí el oficio de zapatero . Estuve diecisiete años poniendo suelas y tapas sin acordarme para nada de la pintura pero, se conoce que lo tenía dentro porque esa publicidad me recordó lo que siempre supe : quería pintar. Me lo recordó con tanta intensidad que después de rumiarlo un par de días decidí que iba a llamar.
-Un viaje largo comienza con un pequeño paso, me dije. Lo di . Llamé.
Era una Academia que acababa de abrir en el barrio. Estaban dispuestos a dar clase de aquella disciplina artística en la que cada uno estuviese interesado: dibujo, pintura, escultura, música, baile, instrumentos, canto, bolillos, patchwork, orfebrería, cocina… lo que fuera. Si no lo tenían programado lo iban a programar. Dicen que la necesidad crea el órgano. En esta academia la necesidad crearía la clase.
Mi barrio era un barrio dormitorio, triste y anodino, lleno de cemento y poco árbol. Había tres bares, un supermercado, farmacia, cuatro tiendas, colegio, centro de salud, hogar del jubilado... y poco más. Entre ellos yo, el zapatero. Era un barrio de trabajadores, no un barrio de artistas. O al menos éso era lo que yo creía…
El primer día que fui a la Academia de arte quedé asombrado de la cantidad de gente que había, no penséis que todos eran niños, adolescentes… No. Había muchos como yo, adultos convencidos de que aún no era demasiado tarde.
El primer curso se me pasó en un santiamén. Fue una toma de contacto con pinceles, colores, bocetos, técnicas, profesores, compañeros… Yo estaba encantado con la clase. El trabajo con los zapatos, que hasta entonces había sido el único motivo de interés de mi existencia, pasó a ser el trabajo que me daría de comer. Nada más. La pintura llenó el resto.
Cada día corría como un poseso para terminar, cerrar el negocio y ponerme a pintar…
El tiempo entonces se detenía.
Cuando cogía el pincel, cerraba los ojos y veía entre colores cómo el infinito se me acercaba. Me daban las tantas dale que te pego a la brocha sobre el lienzo. ¡Ni cuenta me daba !. Entraba en un sin tiempo en el que flotaba como si hubiera sido abducido por una nave extraterrestre, claro que sin haber tenido nunca esa experiencia... en realidad creo que me estaba volviendo un tanto marciano.
¡Era mágico! tengo que aceptarlo... No había sentido nunca algo así.
Lo pensé mucho por mi padre, sabía que no lo iba a entender. Al final dejé que mis emociones fueran las que decidieran. Estaba preparado. ME ATREVÍA A SER ARTISTA
Después de años de trabajo estoy preparando mi primera gran exposición en una importante sala de la ciudad. Les ha gustado mucho el trabajo que realizo y me han presentado como firme promesa del actual panorama cultural. Tengo ya varios cuadros vendidos y otros tantos apalabrados. Me dicen que será todo un éxito.
Pero no he sido el único artista que salió de la Academia. Jaime, jubilado eléctrico, descubrió que su cariño y atención a las plantas llegaba al nivel de arte cuando las combinaba con frutas, troncos secos, botellas… cualquier cosa le servía para formar centros de mesa, conjuntos florales para decorar tiendas, balcones, parterres… Se convirtió en todo un referente en el barrio. Todos querían aprender a hacer aquellos centros tan bonitos. Y el barrio cambió. Cada espacio en barbecho , sucio, con malas hierbas… se llenó de arte floral, de esculturas, de color, de magia.
La música empezó a sonar en las calles . De balcones abiertos salían notas trémulas y ya no tanto, de instrumentos musicales. Niños, mujeres, hombres, guitarras, violines, panderos… hasta con el piano se atrevió alguno. Grupos de mujeres reunidas haciendo prendas de punto, colchas de patchwork, bolsas, manualidades. Bajos comerciales, antes vacíos, cobijaron grupos de bailes regionales, de teatro, restauración de muebles, un coro. Piezas antiguas y viejas, que antes se iban a la basura ahora se valoran . Felisa es la responsable del cambio. Tiene manos de artista y gusto exquisito, todos se la rifan. No se tira nada sin consultar con ella. Todo sirve para decorar.
Se contó también con varios jóvenes grafiteros para pintar un muro que da a la plaza. Zorba, uno de ellos, fue fichado por la Academia para dar clases a un grupo de estudiantes interesados en este arte urbano. Se convirtieron en uno de los grupos más activo y colaborador del barrio…
¿El secreto de todo esto? Todos los que empezamos en la Academia nos atrevimos a ser artistas porque nuestros profesores estaban convencidos de que ya lo éramos. Sólo había que sacarlo a la luz. Nosotros nos convencimos de que lo traíamos de nacimiento. Ya habíamos nacido siendo artistas… Y lo asumimos . Y el arte nos cambió. Y el arte cambió nuestro barrio. Y el arte seguirá y seguirá cambiándonos.
“Homenaje a aquellas personas que han nacido para inspirar a otras y regalan belleza y arte.
25 de Octubre día internacional del artista”
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