Decisión salomónica - Marga Pérez

                                               Resultado de imagen de billetes euro en dos montones

 


Me ha tocado la lotería y no sé si decírselo a Pepi… Cuando le pedí que se casara conmigo, hace ya treinta y dos años, y me dijo que si, fue cómo si el pecho me estallase. El corazón no cabía en él… Pepi era la mujer más guapa del pueblo. Tenía un cuerpo que quitaba el hipo: plantada, buena moza, curvilínea, bien hecha, morenaza, limpia. También era las más generosa, la más prudente, la más religiosa...Todos estaban por ella pero... se casó conmigo. Entonces ya pensé que me había tocado la lotería. Mi madre también lo creía y se fue al cielo dando gracias a Dios por dejarme tan bien acompañado. Siempre me lo decía:

- Ramón, no quiero irme hasta que no encuentres una buena mujer, así que espabila, que cualquier día...- Y se santiguaba como si con éso ahuyentase a la muerte

La verdad es que tardé en decidirme. Pepi era mi amor secreto desde que teníamos quince años. Cuando entré en la treintena me dije: “Ramón, o ahora o nunca” Tenía que armarme de valor, Pepi era una diosa y yo un vulgar humano sin ningún atractivo para las mujeres. Cuando me dio el si supe que las diosas tienen gustos especiales porque mira que gustarle yo… Fui el novio más feliz del mundo . Nos casamos enseguida. No quería correr ningún riesgo.

De la luna de miel no digo nada porque nos conocíamos poco, estaba nerviosa. Lo entiendo. Era la primera vez que salía de casa . La gran ciudad, el hotel, tanta gente, ruidos, coches… no era su ambiente. Lo entendí perfectamente . Yo había hecho la mili en Murcia, no era mucho pero reconozco que tenía más mundo que ella. La respeté durante todo el viaje y éso que me dolía todo de las ganas que tenía pero... la quería. No, estaba loco por ella. Ahora lo sé ¡Qué loco estaba!

En el pueblo, ya en nuestra casa, no hicimos nada de nada hasta que mamá no pasó a mejor vida. Menos mal que fue pronto y, no lo digo porque la pobre molestase, no, mamá era una santa. Lo digo porque Pepi no me dejaba hacer nada porque mi madre estaba en la habitación de al lado y nos iba a oir. Nunca dije a nadie que desvirgué a mi mujer el día en que enterramos a mamá. Si, cuatro meses y diez días después de casarnos. Fue el acto más extraño que tuve nunca. Acabé el orgasmo llorando a moco tendido sobre el camisón de franela que Pepi no se quitó en ningún momento. Lloraba por mamá a la vez me corría. Es más, cada vez que voy a un entierro o huelo crisantemos, Pepi sabe que toca. Me quedó éso, no sé si es normal o no, nunca se lo dije a nadie. Pepi, no se si desde entonces porque antes nunca había habido nada, duerme como un cadáver. Pone su camisón de franela, casi hasta los pies, abotonado hasta el cuello, de manga larga, y se tiende en su lado de la cama, tiesa, boca arriba, con las manos cruzadas en el vientre, como si fuera un cadáver en el velatorio. En esa posición no gurguta en toda la noche. Ni se mueve. Por la mañana despierta en la misma posición. La verdad es que estaba muy enamorado, aunque el sexo fue a menos hasta quedar en un acto casi testimonial . No resulta estimulante, la verdad. Veo en ella a todas las mujeres del pueblo que murieron en casa, en la cama, con el embozo bien estirado y el pelo peinado hacia delante, o en un moño muy alto, con las manos cruzadas sobre el pecho y un rosario engarzado entre los dedos. Todo el pueblo entrábamos al dormitorio del difunto. Nos santiguábamos frente a la cama. La despedíamos. A los hombres se les vestía con traje, camisa, corbata, zapatos. Estaban sobre la cama…

¿Por qué estoy pensando todo ésto ahora que soy millonario?…

¿No me merezco darle un poco de alegría al cuerpo? ¿Sacarme esa espinita de una vez? Quiero a Pepi. No lo pongo en duda en ningún momento. Nunca le fui infiel…Es más,volvería a casarme con ella . ¿Y el sexo? Quiero sentir piel con piel. Resbalar entre cuerpos sudorosos. Ver carne trémula mientras toco, acaricio, beso, excito… gozar... sentir... perder la cabeza…. Quizá ese tren ya pasó... No soy joven… ¿Y si se entera Pepi? ¿Y si pierdo lo que tengo con ella? …¿Y si…?

Decidido. No le doy más vueltas. Le diré a Pepi que me tocó la lotería pero sólo sabrá de la mitad del premio. La otra mitad la gastaré en mi, en lo que me apetezca en cada momento, sin vergüenzas, sin miedos ni sentimientos de culpa… Ya os contaré en qué en otro soliloquio , si me da tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

                                                      Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.