Quítate tú pa ponerme yo - Marian Muñoz

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La tarde estaba resultando entretenida pese al mutismo de Sonia, había elegido la Universidad Laboral de Gijón para pasear y contarle un poco la historia del monumento, notaba en sus ojos haber despertado interés y parecía que empezaban a conectar. Era su cuarta tarde y Raúl atisbaba respuestas en sus gestos y en su postura al caminar, lo sentía, eran como cualquier par de amigos compartiendo un rato de sábado aunque ella no articulase palabra. Se le ocurrió subir a la torre y ver la ciudad desde su mirador, a esa altura los problemas siempre parecen más pequeños y se relativizan, quizás ayudara a la muchacha.

Al salir al mirador el viento remolineaba su melena alrededor de la cabeza sin perturbarle la visión, miraba fijamente a un punto como si en lontananza algo hubiera llamado su atención. Raúl se giró un momento para indicarle el Jardín Botánico cuando por el rabillo del ojo sintió como Sonia se subía al muro, se sentaba con las piernas colgando hacia el vacío y miró los 130 metros que la separaban del suelo. Le dio un vuelco al corazón y a pesar de sus prácticas veraniegas en una ONG y las clases de la facultad, nunca se había enfrentado a un suicida, no sabía cómo abordarla para que bajara y no ocurriera una desgracia.

La idea había partido del doctor Reverte, psicólogo de la Residencia Madre Tierra para personas con problemas psicológicos, el muchacho había sido su paciente durante cinco años y tras superarlos había encarrilado su vida hacia la medicina, en concreto quería ser psicólogo y ayudar a otras personas como hicieron con él. Aunque su tratamiento había terminado se veían una vez al mes como una charla entre amigos, mientras él le pedía consejo el doctor aprendía los resortes que su paciente utilizaba para superar su enfermedad.

Sonia había llegado en muy mal estado, no hablaba ni se comunicaba con nadie, estaba siempre ausente a pesar de no tomar medicación. La terapia no funcionaba como estaba previsto y viendo al chico tan maduro y tan decidido en ayudar le sugirió pasar una tarde con ella. Primero por los jardines del centro y según su respuesta por lugares cercanos que no tuvieran ocasión de peligro.

Raúl nervioso empezó a hablar a trompicones, se trababa pero aún así seguía hablando para que le mirara, para intentar que le agarrara la mano y bajara, para que depusiese su actitud y retomaran la tranquila tarde que estaban disfrutando hacía apenas cinco segundos, porque ese fue el lapso en que todo cambió. Empezó a cantar y atrajo su atención, no lo hacía mal aunque su voz salía en un hilo muy fino. Cuanto más se concentraba ella en la canción él recuperaba fuerzas, logrando que cantaran juntos y acercándole la mano le pidió cantando que bajara.

Se giró lentamente y se sentó mirando hacia él, ese sólo movimiento puso en alerta al chico a la vez que le relajó, siguió hablando animándola a bajar y escenificando una nueva canción recuperó nuevamente su interés. No sabía que pasaba por su mente pero sin duda el cantar lograba desconectarla de su yo interno devolviéndola al instante que estaban viviendo. El pelo seguía golpeando la cara de Sonia que con un pequeño gesto lo apartó, gesto que aprovecho él para agarrarla y tirando de ella cayeron al suelo del mirador abrazados. El momento lejos de ser tenso logró calmarles, se pusieron de pie y con el susto aún en el cuerpo bajaron en el ascensor hasta el patio de la Universidad, donde sentados en un escalón ella empezó a hablar. Primero con voz tenue y débil que iba tomando potencia según continuaba hablando.

-Quiero acabar con todo, no puedo vivir así, es mejor que me vaya y todos dejarán de sufrir por mí.

-¿Crees que porque te hayas ido no sufrirán, no les dolerá tu recuerdo y se sentirán culpables de tu ida? Estas muy equivocada a los que importas sufrirán mientras vivan por no haber podido ayudarte y sobre todo por no saber cual era tu problema.

-Todo el mundo decía que era afortunada, que era maravillosa mi situación, que todos daban cualquier cosa por estar en mi lugar, pero nadie, nadie sabía lo que me pasaba y a nadie le importaba a pesar de que lo estaban viendo día a día, me quejaba pero cómo me iban a creer, yo siempre era la mala.

-Vale, te escucho, yo si te creo pero si no me cuentas no te puedo ayudar.

-Nadie me puede ayudar, ya no, es muy tarde.

-Mira, si pones palabras a tu dolor éste será más leve y quizás puedas seguir viviendo y hasta superar lo que sea que te pase.

-Vale, tú lo has querido, te lo voy a contar, pero por favor no me interrumpas porque me duele sólo de pensar en ello.

-Claro ¿qué te parece si vamos a la cafetería para estar más cómodos?

-No, lo que tengo que contar no es cómodo y prefiero estar aquí, alejados de todos.

-Bien como tú digas.

-El primer recuerdo que tengo es de los siete años, cuando íbamos a hacer la Primera Comunión, hasta ese momento creo que era feliz, una niña normal con una amiga especial que era mi hermana gemela. Todo lo hacíamos juntas, dormir en la misma habitación, vestir la misma ropa, ir a la misma clase y tener las mismas amigas. No recuerdo si era genial pero era lo que había. Aquel día nos habíamos preparado a conciencia, aprendimos bien el catecismo, bueno, yo sí ella no tanto, el vestido era el mismo para las dos, como en casa teníamos una etapa difícil económicamente comulgó un día antes que yo, y ahí empezó todo porque rompió el vestido. Mi madre intentó remendarlo y que no se notara pero al no ser modista el zurcido era muy basto y todos se fijaron en mi traje.

Después de aquello empezó a meterse conmigo en casa, a romper mis cosas y al responderle siempre me pillaban, se hacía la mártir y yo era la mala. Así fue con mi ropa, mis libros, cuando salíamos con amigas siempre me quitaba mi asiento diciendo “Quítate tú para ponerme yo” y me tiraba al suelo riéndose todas. En clase otro tanto de lo mismo, se hacía pasar por mí para recoger los exámenes con buena nota o salía al encerado cuando me llamaban y al no saberse la lección me ponían a mí el negativo. Intenté separarme de ella haciendo nuevas amistades pero como éramos iguales lograba enemistarme con todas. Fuera donde fuese o estuviera donde estuviese siempre intentando hacerme daño, siempre dejándome mal hasta convertirse en una pesadilla.

Cada vez que me quejaba a mis padres, a mis tíos o a mis profesores me soltaban aquello de que no debía ser egoísta y tener una hermana gemela era algo especial y maravilloso aunque no me diera cuenta en ese momento. Nadie me apoyaba, nadie me escuchaba y nadie podía consolarme porque realmente no sabían si me lo hacían a mi o a ella. Un día comencé a urdir un plan por ver si obtenía algún resultado, dejaría de quejarme y molestarme por sus ataques, dejaría de estudiar para descolgarme un curso y separarme de ella, dejé de salir con amigas e hice deporte algo que ella aborrecía porque no le gustaba sudar, y me callé, de mi boca no saldría una palabra sobre ella ya que si no me hacían caso de que valdría. Como gemelas que éramos teníamos casi los mismos pensamientos, las mismas respuestas y los mismos apetitos pero al comenzar con el deporte empezamos a distanciarnos y así no podía intuir lo que estaba tramando.

Llegó el final de curso y nos dieron las notas, ella pasaba de clase y yo no, no se lo esperaba y al despedirnos hasta septiembre en el mismo patio del colegio me dio una paliza que fue grabada por alumnos y difundida en redes sociales. Tuve que ser hospitalizada por las graves heridas y al ver los videos en televisión, todos se dieron cuenta que no era una quejica sino que era cierto lo que contaba. Estuve un mes hospitalizada mientras hacía rehabilitación y así estar separadas, mis padres se lamentaban pero no sabían cómo tratarnos y la fiscalía de menores lo dejó como una pelea entre hermanas, nada importante. A partir de ese momento les dejé de hablar, sólo para lo imprescindible, total para que valían mis palabras si no les importaban.

Al curso siguiente ella no aprobaba y yo sacaba notazas, la reñían continuamente y eso la tenía muy alterada. Un día en clase fuimos de excursión a la nieve, para no perdernos la profesora nos había emparejado, en mi caso con Ramón, un tío majete que me gustaba aunque nadie lo sabía. Estábamos en la cola para subir en el telesilla hasta la cima y escuchar una charla en la cafetería de arriba, ya sentados y deseando tener un rato a solas con él, apareció mi hermana no sé de dónde y diciendo “quítate tú para ponerme yo” echó abajo a Ramón. Empezó a moverse el asiento y bajamos la barrera, sonreía perversamente no paraba de hablar de no sé qué porque ni la escuchaba, mi mente estaba en ebullición, cuando llegamos arriba apenas quedaba medio metro para bajarnos, la muy imbécil subió la barrera antes de tiempo y sin pensarlo, le dije “quítate tú para ponerme yo” y de un culazo la tiré al suelo, cayó en la nieve y como el terreno tenía bastante pendiente fue resbalando ladera abajo hasta chocar con una roca, partiéndose la cabeza y algo más.

Te puedes imaginar la escena, yo llorando y gritando, todos pidiendo auxilio y mi hermana muerta unos metros más abajo. Nadie vio la escena pues los de atrás estaban extasiados mirando el paisaje y los de arriba cuidando de los que habían llegado. Hubo investigación, me interrogaron y si antes ya era muda me quedé aún más. Desde entonces no sólo me siento culpable en solitario sino que la echo en falta, no sé vivir sin ella, sin su maldad pero con su compañía.

¿Crees que merezco vivir habiendo matado a mi mitad?



Raúl anonadado por la historia de Sonia no acertaba a pensar con claridad, no le salía ni una palabra de consuelo ni de empatía, un nudo en su garganta le dificultaba la respiración. Finalmente después de toser tres veces, respondió.

-No se lo cuentes a nadie, yo te ayudaré, no sé cómo pero lo haré y podrás liberarte de tu hermana algún día, pero lo primero es que hables y expreses tu dolor sin contar lo del empujón porque eso tendría graves consecuencias para ti y muy a mi pesar he de reconocer que ella te provocó.

Volvieron caminando lentamente cogidos de la mano, él siguió visitando al doctor Reverte y Sonia inició una débil mejoría con sus terapias. Raúl acabó su carrera y se especializó en psicología gemelar hasta que llegó la pandemia, la cual ha trastocado los planes de todo el mun

 

 

 

 

 

 

 

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