Pensionistas - Marian Muñoz

                                           Manos sosteniendo una pizarra de película Dirigiendo una escena de película - foto de stock




Corría kalendas augustas del 844, la mar embravecida dificultaba el viaje de 84 barcos vikingos con intenciones de arrasar la zona norte del país. A pesar de ser época estival la tormenta les había sorprendido. Vientos huracanados creaban olas tan inmensas que los drakares tan pronto parecían tocar cielo como hundirse en el fondo marino. El granizo y la lluvia dificultaba la visión de los patrones que deseaban llegar cuanto antes a tierra firme para tener algo de estabilidad bajo sus pies. La costa escarpada era un peligro y las zonas de playa se divisaban con dificultad, pero las ansias de arrasar y cargar un buen botín no arredraban a los valientes marinos acostumbrados a batallar contra los elementos o contra los hombres.

Entre los barcos había un knarr, más pequeño y más estable, lo guiaba el valiente Ragnar, no le habían aceptado en ninguna tripulación por una trifulca con el jefe de la aldea, pero en su afán de conquistar a la bella Loa con un buen botín construyó su propio barco, escogió tripulación no tan fornida y preparada como las otras, pero confiaba en su ingenio para lograr su objetivo. Alcanzó la costa y logró navegar por la desembocadura de un río suficientemente caudaloso, en busca de poblados no asaltados por sus compatriotas. El temporal dificultaba la navegación, el viento movía la nave como si fuera una pluma, corrían peligro de chocar con rocas o troncos caídos en las riberas. Por fin a lo lejos atisbó una columna de humo, todos se prepararon para el asalto mientras subían río arriba. A pesar del fuerte aguacero, en sus semblantes se instaló una sonrisa, pronto tendrían en sus manos un buen tesoro.

Debido a las fuertes rachas de viento un gran árbol cayó justo delante, atravesado en el río, tuvieron que ciar rápidamente y sopesar como esquivarlo. Mientras calculaban la maniobra, apenas unos segundos, una gran masa de agua retenida como una ola enorme, rebosó por encima del tronco alzándolos a tanta altura que se estrellaron contra un saliente rocoso, partiéndose en dos, las maderas astilladas por el brutal golpe atravesaron cuerpos, mutilaron brazos y piernas, falleciendo los hombres en lenta agonía que les transportó hasta Valhalla en un dulce sueño eterno.

       ¿Y ya está, se terminó la película?

  • No, se terminó mi participación en ella, era uno de los muertos del naufragio.

  • ¿Y cuánto tiempo estuviste de rodaje?

  • Dos días, aguantando la lluvia y el granizo de mentira más los sube y baja del barco por las olas, un incordio, para que luego te manchen de tinta roja y te mueras desangrado. Lo peor no fue eso, sino que pagaron 75 € por día, unos 150 € en total, y al cabo de seis meses, va la Seguridad Social y me manda una carta para revisarme la pensión, como he percibido rendimientos del trabajo sin declararlos tengo que devolver 5.000 eurazos. ¿Quieres creer que hay derecho a eso? Si lo sé no se me ocurre hacer de figurante.

  • ¡Vaya timo! Pues lo siento, menuda broma, espero que al menos te hayas divertido.

Al cabo de unos meses, Mario y Andrés se encuentran nuevamente en el bar, éste último está eufórico, ha cambiado mucho su semblante de la última vez que se vieron, al parecer ha sido nombrado para el Goya al mejor figurante por su gran interpretación de un moribundo y la devolución de la pensión ya no le parece tan agobiante.

  • ¡Mira que, si me dan el premio, eso podría lanzar mi carrera!

  • ¿Pero qué carrera si estas jubilado? Además, quien te va a contratar a tus 70 años.

  • Bueno, bueno, ahí tienes Harrison Ford que a sus ochenta y pico está rodando otra de Indiana Jones, ¡quién sabe si soy un talento por descubrir!

  • Pues hombre he visto actores en peor estado que tú, pero piénsatelo bien, si te llaman para una película o un cameo, que esté bien pagado y te compense perder la pensión que con tanto esfuerzo has ganado. Asesórate bien para escoger los papeles y por supuesto todo firmado, no sea que te llamen, lo hagas y luego no te paguen.

  • ¿Oye te interesaría ser mi manager? Estoy dispuesto a darte hasta un 30% de lo que gane.

  • Pues no sé, déjame pensarlo, he de mirar si puedo serlo sin que me quiten la paga y además me compre un nuevo audífono que este ya está viejo y empieza a fallarme, porque para negociar contratos hay que estar fino de oído y de labia.

  • ¡Venga, pues ya está! En dos semanas es la gala, me han enviado dos invitaciones ¿Quieres acompañarme?

  • No, hombre no, a quien tienes que llevar es a Remedios que está cañón y seguro que das la campanada con ella, aunque no ganes verás cómo se fijan en ti y te surge algún papel ya sea de televisión o de cine, hazme caso.



 

 

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