Relato inspirado en la fotografía
Sabía que era la otra, que era desgraciado en su matrimonio, que tenía mujer florero aunque no lucía margaritas ni petunias precisamente sino flores más caras, era consciente que sólo le tenía en contadas ocasiones a pesar de habitar una vivienda suya, era consciente y lo sigo estando pero mi amor era incondicional y sé que el suyo también. Cuando estábamos juntos nos amábamos, disfrutábamos del momento a escondidas del resto del mundo. Nuestra historia transcurría maravillosamente hasta aquel aniversario, cumplíamos dos años de encuentros, dos años de felicidad intermitente, dos años de pasión secreta, nos deseábamos como dos jóvenes recién descubierto el amor a pesar de sus cincuenta años, aquel día me sorprendió, no podría decir gratamente pero me conmovió aquel cuadro.
A los demás ocultaba su destreza para la pintura, para el dibujo, tan sólo yo era capaz de inspirarle trazos con auténtica nitidez que plasmaba en el papel. Su exitosa carrera y su familia legal atrapaban toda su energía que sólo conmigo podía explayar, podía idear y pintar. Conmigo creaba porque le motivaba, según decía, aquel cuadro me sorprendió por la belleza de líneas, mi imagen tan detallada con aquel vestido que tanto le gustaba, mis reflejos dorados brillando sobre mi cabeza, mi cara reflejando armonía y placer proporcionados con sus caricias. Sólo que aquella caricia no la estaba dando su mano y en aquel instante nació en mi subconsciente la duda de quién sería el propietario de ese brazo, cual habría sido su modelo o si tal vez lo había dibujado igual que a mí, sin enterarme, sin verle observarme, así recaló la duda dentro mi.
Era abstracto del todo, imaginativo y un poco atrevido, también escandalizaba porque yo no tenía mano con las plantas y recrearme con el fruto de una maceta no me resultaba pertinente, teniendo en cuenta además que los brazos no se plantan. Las caricias sí se riegan con cariño, con paciencia y con mucho amor para que florezcan. No supe qué decirle, no pude elaborar una respuesta adecuada y al mirar mi gesto dubitativo se rió, esperaba sorprenderme, lo había logrado y eso no fue impedimento para agradecerle el retrato y el amor que con todo ello demostraba. Sus palabras me parecieron tan extrañas como el cuadro “cuando yo no esté, encuentra la maceta y seguiré estando contigo” apenas le presté atención porque comenzamos el juego erótico del amor, uno nuevo así la rutina no nos alcanzaría.
Tres meses más tarde tuve que hacer las maletas y desaparecer durante un tiempo, un accidente de coche le quitó la vida y su gran secreto podría salir a la palestra, no debía permitirlo, rota de dolor y de tristeza empecé a recoger mis cosas, a borrar las huellas de mi presencia en aquella casa, alquilé una furgoneta y me marché allá donde nada me lo recordara, la pena fue que el cuadro viajó conmigo y todos los días le añoraba. Leía en la prensa los pormenores sobre su fallecimiento, su vida, los homenajes que continuamente le daban y los testimonios de aquellos que tanto le apreciaron mientras vivía. Inicié una nueva vida sin su presencia pero con su esencia, un trabajo me permitía mantenerme ocupada y superar su añoranza, por fin al cabo de unos meses conseguí recordarle sin pena ni dolor sino con una gratitud inmensa. Pude descubrir nuevamente sentimientos de amistad y de placer con una nueva compañía aunque en esta ocasión ese amor no me satisfacía porque no daba la talla, pero me sentí en la obligación de vivir para que su recuerdo perviviera.
La rutina del trabajo, pareja y amistades llenaba mis horas hasta que un programa de televisión cutre entrevistó a un supuesto amante. Aquella noticia me revolvió por dentro, no podía creerlo, era imposible, debía ser mentira seguro que lo hacía para sacar dinero sin importarle desprestigiar su memoria ni escandalizar a su familia. No tenía intención de saltar a la palestra para desmentir a aquel energúmeno, pero la rabia me reconcomía por dentro. Aquel tipejo no cesaba de salir en revistas, era un insulto que invadía el inmenso amor que aún tenía por él, pero fue una de aquellas imágenes la que me dejó helada, su brazo, aquel brazo tenía un pequeño lunar justo en el mismo lugar que en el brazo de mi cuadro. Intenté pensar que sería casualidad, ya en su día me extrañó la precisión del dibujo y quedé intrigada de a quien pertenecería aunque dicha suspicacia la relegué debido a la felicidad que mi amante me proporcionaba, sin embargo ahora me entró la duda sobre la veracidad de esa historia.
Recordé sus palabras al entregarme el cuadro “cuando yo no esté, encuentra la maceta y seguiré estando contigo”. No entiendo nada de jardinería ni de plantas pero un tiesto con esas características no debía ser común e inicié su búsqueda en floristerías, grandes superficies o pequeñas tiendas de plantas, luego seguí con jardines públicos, colegios o parterres circundantes a la casa, quizás no estuviera cerca nuestro sino en la del otro, así que empecé a leer todo lo que aquel sujeto había contado sobre su relación, incluso donde se veían y hacia allí me encaminé. Un pequeño edificio de apartamentos no era lugar para tener macetas tan grandes como la que buscaba, al merodear por los alrededores tropecé con una casa abandonada su jardín estaba repleto de tiestos secos y sucios, observándolos hallé lo que buscaba, clavado, único, se le veía ajado por el tiempo pero reconocía que era el mismo del cuadro. Entré en el jardín fijándome si alguien me observaba, sopesé llevarme la maceta pero al estar llena de tierra seca pesaba demasiado, opté por vaciarla y ver si contenía algo más en su interior.
Una llave, era un tanto peculiar, no creía que abriera una puerta, la cogí y escapé corriendo del sitio. Ya en casa y más tranquila busqué por internet qué clase de llave era y qué podría abrir, así fue como supe que era de una caja de seguridad, seguí buscando y di con el banco al que pertenecía, tenía la adrenalina a tope, me arriesgaría a acudir al banco y abrir la caja o la guardaría como recuerdo toda mi vida. No, si él había sido infiel a su familia conmigo y con un hombre, no debía dudar en acudir al banco y recuperar lo que me pertenecía. Por si guardaba joyas o dinero llevé un bolso bien grande y un abrigo con bolsillos interiores, para disimular. Muy nerviosa entré en la sucursal solicitando acceder a las cajas de seguridad, me pidieron datos y me llevaron a una en concreto, algo que no había previsto por mi desconocimiento de cómo funcionan, pero una de ellas estaba registrada a mi nombre, me dejaron sola y la abrí.
¡Qué decepción! Sólo había dos cartillas de banco por lo demás estaba vacía. No me hacía falta tanto bolso pero a pesar de ello las guardé en él y me marché. Luego en casa tras unos lingotazos de vodka las miré con calma y comencé a reír, a saltar, a gritar cuanto le amaba, las dos cartillas estaban a mi nombre, una de ellas custodiaba títulos de propiedad de cinco mil acciones de su empresa y la otra aunque llevaba tiempo sin actualizar, contenía cinco millones de euros y una vez al mes ingresaban diez mil de intereses por las acciones. Al día siguiente bien temprano me presenté nuevamente en la sucursal para ponerlas al día y casi me desmayo de la cifra que figuraba en sus hojas, el director salió a recibirme, me ofreció un café y estuvo hablándome de donde invertir para sacar el máximo rendimiento a mis ahorros, le agradecí su amabilidad pero soy la mejor inversión para mi dinero.
Amor mío allá donde estés te sigo queriendo.
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