Prisión permanente revisable, por fin era libre.
Íbamos a celebrarlo y me dijo: al brindar hay que mirar a los ojos.
No podía, aún no podía mirar a los de nadie, por si los veía inyectados en sangre con ese aliento fétido que significaba dolor.
No podía, aún no podía, quizás algún día.
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