-Me llamo Niebla y tengo una cita…
-Si,si... – Dice la secretaria sin dejarla terminar y poniéndose en pie – El señor abogado está reunido. Enseguida estará con usted. Mientras tanto vaya poniendo por escrito todo lo que quiere comunicarle, así adelantamos trabajo.
Sin esperar el asentimiento de Niebla, la introduce en un despacho contiguo y le pone sobre la mesa folios y un bolígrafo. Sin decir nada más, cerrando tras de si la puerta, se retira. Niebla, aliviada, se queda sola dispuesta a escribirlo todo.
Me llamo Niebla, soy la segunda de tres hermanos: Lluvia la mayor, yo y Relámpago, el pequeño.
Mi madre responde por Brisa habitualmente y mi padre se ha autobautizado Monzón.
Somos una familia, cuanto menos, peculiar ya que mi padre es un fanático de la meteorología e interpreta todo desde una visión climática.
Lluvia, gracias a ese nombre, salió una llorona. Pero no una llorona cualquiera. Llora de manera precipitada, vamos, que precipita gotas no lágrimas y siempre dispersas.
Mi padre le va modificando el nombre: llovizna, chubasco,chaparrón… según la cantidad de gotas precipitadas, es muy preciso con éso de los términos.
A Lluvia con los años y unos hechos que no vienen al caso, se le agrió el carácter. Pasó a ser llamada desde entonces Lluvia ácida…
A mi, en época infantil, había personas que tendían a llamarme neblina por éso del diminutivo cariñoso. Papá se ponía furioso “Son dos cosas distintas, aunque se parezcan, aunque ambas sean hidrometeoros… La neblina reduce mínimamente la visibilidad, no como la niebla… Os lo he dicho más de una vez. Niebla, es niebla por algo ¿No veis que a través de ella no se percibe nada? Es opaca, llena de gotas microscópicas en suspensión… ¡¡Muchas, muchas, muchas gotas!! Si fueran menos se llamaría neblina”
Yo desde la infancia percibo que soy brumosa, oscura, confusa, triste, melancólica…
Relámpago llegó al mundo tras una gran tormenta familiar, de ahí su nombre.
Mamá que habitualmente es Brisa, es decir, viento débil que fluye durante la noche desde la tierra hacia el mar (por si no está familiarizado con la temática), pasa a Galerna en un santiamén por un quítame allá esas pajas, y, en una de ésas… estalló la tormenta. Se puso de parto entre gritos, confusión y lágrimas.
Relámpago se convirtió en una descarga eléctrica continua : hiperactivo, impulsivo, luminoso, brillante… tocacojones. No siempre podemos estar a su lado. Emite descargas eléctricas cuando menos lo esperas. Permanecemos alejados de el por si acaso…
-Buenas tardes ¿Niebla? - Saluda un señor mayor que interrumpe su escrito al entrar- Soy Fernando Gomis, abogado ¿Quería hablar conmigo?
Tras los saludos de rigor Niebla le pasa el escrito. Don Fernando hace una lectura rápida y la mira desconcertado.
-Creo que se ha equivocado, soy abogado no psicólogo … ¿Qué puedo hacer por usted?
-Se ha dado cuenta ¿No? Mi padre nos ha arruinado la vida. Poniéndonos estos nombres ha condicionado nuestra forma de ser, de comportarnos, de explicar nuestras actuaciones… Yo no puedo dejar de ser brumosa, confusa, oscura, melancólica...de sentirme siempre húmeda, opaca...
Don Fernando Gomis leía una y otra vez lo que Niebla había escrito.
Abría los ojos, arqueaba las cejas en silencio… parecía que iba a decir algo y volvía a arquear las cejas sin dejar de leer una y otra vez.
-¿Qué quiere de mi? Dice por fin
-Quiero denunciarle por maltrato. Mis hermanos están conmigo. Somos todos víctimas de un fanatismo meteorológico.
Después de un silencio desconcertante, respira hondo y se pone en pie.
-Déjeme que lo estudie. Nunca antes se me dio este caso. La llamaré en cuanto lo tenga claro y vea las posibilidades que tenemos ante el juez.
Enseguida la condujo hasta la puerta . La despidió con la certeza de que nunca más la vería en su bufete. Al menos era lo que deseaba.
Después de varias semanas con un anticiclón instalado en su vida, Niebla echa de menos la llamada del despacho de abogados y ni corta ni perezosa, bajo un sol de justicia que la esponja, se presenta en el bufete sin tan siquiera haber pedido cita.
La misma secretaria volvió a instalarla en el mismo despacho, y, sin dejar de pasar apenas cinco minutos, don Fernando Gomis entró con gesto circunspecto.
-Le di muchas vueltas, Niebla, te lo aseguro. Si fueras una niña… maltratada por tu nombre...acosada, ridiculizada, vejada por otros niños… por otras personas, por profesores… Igual podía hacer algo
-¿No puedo denunciarle? Dice Niebla sintiendo cómo las gotas microscópicas se le van comprimiendo, condensando y van quitándole visibilidad…
Don Fernando Gomis se quita las gafas, la mira con la misma ternura con la que podría estar mirándola su propio abuelo y prosigue...
-Mira Niebla, eres adulta, y a pesar de lo que has recibido y cómo te hayan educado, eres tu la que decides cómo quieres ser. Todos somos el resultado de nuestra infancia, de la familia que nos ha tocado, de las decisiones que vamos tomando. Todos podemos cambiar... de hecho vamos cambiando. El nombre no es algo definitivo . Algo que necesariamente determine la forma de ser de quien lo lleva…
- No tiene ni idea. Le corta Niebla a punto de estallar -¡Mi padre es Monzón! un viento temporal de dirección persistente que en cierta época del año sufre un cambio muy pronunciado… ¡Me lo va a decir a mi! Ese es mi padre y ése es el viento monzón . No cambian. Ni el viento ni mi padre.
Don Fernando Gomis quedó desarmado, sin argumentos. Se escabulló como pudo. Cambió de tema dirigiéndola hacia la salida. En la puerta despidió a Niebla sintiéndose envuelto por su humedad brumosa -¡Menudo bochorno!- pensó al retirar la mano tras el saludo.
Al llegar a la calle, Niebla ve que el tiempo ya no es el mismo. El sol está escondido entre nubes densas que amenazan tormenta. Nubes color gris plomizo que amenazan con aguarle el día. Está convencida de que llegará a casa otra vez empapada.
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