Último verano - Marga Pérez

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Cuando despertó no sabía dónde estaba. La excesiva claridad le cegaba y el ruido la aturdía. La cabeza le iba a explotar y el estómago le daba vueltas .Todo se movía de forma acompasada: el techo,las olas, los ronquidos … ¿ronquidos? ¿olas? ... ¡Oh cielos! ¡estaba en un barco! sabe dios dónde y en la cama con alguien al que no se atrevía a mirar. Aquello no le podía estar pasando a ella, así que cerró los ojos con la esperanza, que al volver a abrirlos, lo hiciera en su cama. Tenía que ser un mal sueño…

Nada más cerrarlos quedó dormida y al despertar comprobó con estupor que estaba en el mismo sitio. La cabeza ,ya más despejada, le dejó ver el camarote. Sobre su almohada el mar salpicaba el ojo de buey, al bajar ,y después, al subir, cambiaba a azul cielo. Sólo luz. Ese sube-baja era lo que la tenía tan revuelta. Tanto o más que lo que le rodeaba: ropa por el suelo, cristales de una copa, otra derramada, botellas vacías, una con su tanga alrededor del cuello a modo de servilleta, el sujetador sobre la lámpara de sobremesa que oscilaba entre botellas y copas que iban de un lado para otro. La cama deshecha y unas piernas depiladas y musculosas sobre una sábana tan arrugada que, apenas distinguía el resto del cuerpo que ocultaba. Qué mal se sentía… Había bebido como una cosaca en aquella discoteca a la que no quería ir. Cómo no vas a venir, estamos en Ibiza, vístete ya, estamos de vacaciones, ¿me vas a dejar sola? Podías haberme avisado antes de organizar el viaje ¿vale? No hay excusas que valgan, vamos a ir, las dos ¿eh? Vamos a ir… No hubo escapatoria, era el peaje que tenía que pagar por ser su amiga. No tenían nada en común más que ser amigas. Se conocieron en infantil y se acababan de graduar. Siempre juntas. Este era el último verano antes de separarse para ir a la universidad, una a Toronto y la otra a Bruselas. Iba a ser un reto, si . Lo afrontaban con ilusión y, en el fondo, con alivio¡Eran tan distintas!

En la discoteca hubo que beber. La entrada era con dos consumiciones y ella no iba a dejar que Lucy se emborrachara tomando las cuatro. Era su amiga. Sabía que era capaz, la había visto, pero estaban solas, lejos de casa... instinto de protección, le dirá cuando la vea. Las dos consumiciones fueron letales. A ella, que no le gustaba bailar, acabó sobre la barra rodeada de músculos bronceados que se contoneaban como animales en celo ante su presa.. bebía y su vaso siempre estaba lleno. Lucy no aparecía entre sus recuerdos y trataba de recordar, cómo había llegado al barco, cómo había conocido a aquel de las piernas depiladas, qué había pasado entre ellos...Era incapaz. Lo último que recordaba era ella bailando sobre la barra ¡subidón, subidón! Se hubiese comido el mundo.

Se levantó, procurando no hacer ruido, avanzaba con dificultad. Aquello se movía como una coctelera y ella también. Todo le daba vueltas. Necesitaba un sitio donde arrojar tanto malestar. Lo encontró y, como pudo, atinó con el retrete, echó hasta la bilis, así y todo no mejoró. Volvió a acostarse y enseguida sintió sobre su cuello el vaho caliente, apestoso y lujurioso del de las piernas depiladas. Se le erizó todo lo erizable, menos las ganas de sexo. Se dio la vuelta dejando claro que dormir era lo que quería pero sintió su cuerpo sobre ella, y por lo que notaba en el muslo, a punto de ser penetrada. ¿cómo podía tener aquella erección con aquel mareo? Igual el meneo del barco… No sabía nada y quería dormir. Se quitó de encima al musculitos fingiendo arcadas y se encerró en el minúsculo retrete dispuesta a no salir . Se sentó sobre la tapa y entre duermevela y duermevela oía los gritos, los golpes en la puerta y las lindezas que el le dedicaba cuando vio que no quería seguir con el juego.

Ella acurrucada y desnuda se abrazaba las piernas sin ver el final . Cada vez tenía más miedo. No sabía cómo iba a salir de aquella. Rebuscó en los compartimentos que había debajo del lavabo con la esperanza de encontrar un móvil pero sólo encontró una revista de fotografías de barcos, de pescadores con sus capturas, de tiburones colgados por las colas… Menos mal que no era porno, habría potado, seguro.

Ya oscurecía cuando oyó una sirena. Se puso de pie sobre la taza para mirar por el ventanuco. Un barco estaba cerca ¡estaba salvada!

Enseguida oyó la voz de Lucy tras la puerta, abre, no seas tonta, vamos a tierra, pero ¿por qué no abres? Ella tenía los dedos agarrotados, no le salía la voz, lloraba, estaba desnuda, muerta de frío… . Cuando al fin pudo abrir no entendió sus risas, ni la ironía de su tono, ni la algarabía general. Todos sabían algo que ella desconocía. Lucy se lo contó en el hotel compartiendo, como no, la achicoria caliente que tanto le gustaba. Todo lo había preparado ella, era su último verano juntas y quería que lo recordase como el mejor de su vida… Hasta aquí llegó nuestra amistad, querida Lucy, tantos años juntas y ni siquiera admites que a mi me guste el café.¡ Que te den! Y con un portazo puso el punto final a su infancia.


 

 

 

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