Ninguno de los niños que había en el arcón era Tomás y ya se estaba cansando de aquel juego estúpido. Tenía hambre y los fue sacando uno por uno.
-Cerrad los ojos, -les dijo-, y escoged un número. A Tomás lo buscaremos después.
-Y merendaremos todos, pan con chocolate. ¿Verdad, Señor Gargantúa?
-Será una merienda que nunca olvidaréis.
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