Sueños para la eternidad - Esperanza Tirado

                                         




Me ha tocado la lotería. Ahora soy el muerto más feliz y más rico del cementerio. Hasta que mi mujer cobre el décimo, claro.

Y es que mi corazón no ha soportado la noticia y se ha parado. Todo mi mundo se ha parado.

De repente se han esfumado el ascenso en el trabajo, el coche nuevo, la casa grande con jardín en las afueras, el colegio bilingüe para los niños, la parejita, que aún no teníamos, las vacaciones en el Caribe, las tiendas de marca, el champán, las ostras recién abiertas…

Como han cerrado la tapa del ataúd –precioso, por cierto, caoba maciza, almohadón de seda blanca relleno de plumas- no he podido ver la cara de mi esposa. Bueno, ahora mi viuda.

¿Llorará lágrimas de cocodrilo? ¿Guardará luto por mí? ¿Servirá canapés como en las películas americanas? Me llevaré esas incógnitas dentro del almohadón.

Ya me da rabia lo de no haber podido aprender inglés, nunca se me dieron bien los idiomas. Y tenía mis sueños puestos en que nuestros futuros hijos serían políglotas y se codearían con las altas esferas.

Mi esposa/viuda también tenía, y tiene supongo, sus propios sueños. Creo que compartía lo del cochazo y lo de la casa -de concepto abierto, faltaría más- y con jardín enorme. Hasta lo de las vacaciones en el Caribe, pero creo que no conmigo; y, sobre todo, lo de salir y entrar llena de bolsas en las tiendas más chic.

Últimamente no hablábamos mucho. Yo estaba muy agobiado por lo del trabajo nuevo. Por ahí va a venir lo de haberme muerto…

Y, claro, ella pegaba la hebra a todas horas, con sus amigas y con quien se le arrimara. Que alguno se le arrimó. Pero se desvió cuando se cruzó con mi mirada amenazante. Y es que muchos pensarían ¿Qué hace un mindundi como tú con un pibón como ella? Que lo es. Siempre me resultó un misterio; pero como me sentía ganador, me olvidé de hacer de detective.

Alguna sospecha tuve en los últimos tiempos de que tenía un amigo. Pero como me he muerto así, por las buenas, no me ha dado tiempo a averiguarlo. Casi prefiero haber palmado sin saber nada del tema. Aunque creo que le voy a dar vueltas por toda la eternidad. ¿Sería rubio o moreno? ¿Cachas o intelectual? ¿Del BarÇa o del Madrid? ¿Gordo o flaco? Más preguntas para el almohadón.

Ella estará encantada cuando cobre los millones. Y quizá se vaya al Caribe y se gaste el dinero en trapitos y caprichos estéticos. Quería ser actriz. Siempre fue muy fantasiosa. Aunque, claro, todos tenemos nuestros propios sueños.

No se puede tropezar mientras te haces tus cuentas en el aire. Se te caen las jarras de cerveza, que se hacen añicos y se queda la espuma, ocultando los sueños por el camino. Y adiós muy buenas.

Una pena. Lo de morirse así de pronto, digo. Y lo de la cerveza también.




 

                                                        Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.