Estoy encantada con mi nuevo piso, es grande y luminoso además por el precio del alquiler anterior ahora pago la hipoteca y al terminar será mío. La desventaja es que si algo se estropea o desluce seré yo y no mi casero quien deba repararlo, además incluso duermo más tranquila. Los vecinos son gente mayor y estoy en el centro a un paso de todo tipo de comercios. Lo bueno es que me pilla a escasos cinco minutos del trabajo, tal es así que en el rato del descanso (desayuno que decimos entre nosotros) me acerco hasta casa a tomarme el café y picar algo, aprovechando para enchufar la olla eléctrica y cuando vuelvo de la jornada tengo el potaje recién cocinado.
Como el cartero pasa antes de mi tiempo de descanso nada más llegar al portal suelo abrir el buzón por si tengo alguna carta. Hace unas semanas encontré en su interior un pack de yogures ¿? El desconcierto fue total, dudo que fuese el cartero, ¡como diantres alguien puede llegar a meter unos yogures por tan exigua ranura! no me cabía en la cabeza. Mosqueada los cogí, miré la fecha de caducidad por si acaso, comprobando que estaban al día los subí a casa y los fui comiendo según cuadró. A la semana siguiente lo encontrado fue media docena de huevos ¿? No entendía nada, parecía una broma, decidí que había una cámara oculta.
Busqué por todo el portal algo que pudiera ser una pequeña lente, no vi nada hasta que fijándome observé justo enfrente de los buzones un cable con una terminación sospechosa. ¡La pillé! Comencé una perorata recriminando la indecencia de meterse en buzón ajeno y recordando la ley de protección de datos anunciando que les iba a demandar por daños y perjuicios a la propiedad intelectual como es mi correo. A todo esto, varios vecinos entraban o salían del portal mirándome con cara rara, supongo que parecería una chiflada, pero estaba convencida de haber pillado la cámara. Hasta que llegó Juani la del segundo y me pregunta que hago hablándole a un cable eléctrico. Respondo que no es eso sino una cámara que nos graba en el portal. Pide que me fije en el aplique de luz que hay al otro lado de la pared, pues es el gemelo al que estoy hablando, ya que al cambiarle la bombilla fundida se rompió la tulipa y están pendiente de comprar una nueva y volver a instalarla.
¡Tierra trágame! Estuve haciendo el ridículo delante de todo el vecindario. Se suele decir que las penas con pan son menos, pues con huevos ni te digo. Me los comí a pares porque eran muy pequeñitos. Dudaba si alguien estaba llenándome la despensa al verme cara de hambre, cosa rara porque soy más bien rellenita.
Cuando ya había olvidado el tema del intruso en mi buzón, un día veo llegar a Pacita, mi vecina de puerta, entra al portal y abre tres buzones, uno de ellos el mío, introduce en uno unas cebollas, en otro una bolsa de manzanas y en el mío un paquete de arroz. ¿? Le pregunto el motivo de hacer eso respondiéndome que tiene prisa para ir a Misa pues hay una cajera en el súper que es muy lenta y se le ha echado la hora encima, si sube a casa no llega a tiempo y por eso deja los alimentos dentro ya que los coge a la vuelta.
Por la tarde fui a hablar con ella sobre el tema ya que el anterior propietario de mi piso es su hijo quien se mudó a otra localidad, los otros buzones son el suyo y el de su hija médico que vive al lado, debido a sus numerosas guardias es la madre quien se encarga de recogerle la correspondencia. Ahora entiendo la razón por la que a veces llama a mi puerta para darme mis cartas, según explicaba se las meten en su buzón. Tengo que reconocer que es una despensa de lo más original y sospecho que tiene dicha costumbre desde hace tiempo, aunque no me había enterado. La visita la hice con un pack de yogures y media docena de huevos, explicándole que el buzón de su hijo ahora era el mío. Se disculpó, quería darme la llave suya, pero al contrario, le di yo la mía al haber cambiado la cerradura y estar más tranquila de que no volverá a pasar. Era muy extraño que alguien pudiera meter unos yogures o unos huevos por la ranura de un buzón de cartas.
El asunto se quedó ahí hasta que hace un par de días al abrir mi buzón me huele muy mal, miro y remiro, pero no veo de donde puede provenir ese hedor. Me surge una sospecha y en ese momento sale Adela del portal, otra vecina mayor amiga de Pacita, le pregunto si sabe algo de ella y me cuenta que hace unos días se cayó en Misa y la tuvieron que llevar al hospital de donde aún no había vuelto. Imaginé que tendría la compra todavía en sus buzones, recordé que en el otro juego de llaves aún no había quitado la vieja del buzón, como los tres tenían la misma, conseguí abrirlos y sacar la comida antes de que se estropeara más y manchara su correspondencia, la cual ni le toqué. Cuando vuelva le explicaré los inconvenientes de tener tan original despensa.
P.D. A veces la realidad supera a la ficción.
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