Agobio - Marian Muñoz

                                          travel expedition journal


Querido diario hoy estoy melancólica, recuerdo con nostalgia las tardes en el parque compartiendo un paquete de pipas con mis amigas mientras charlábamos de nuestras cosas. De aquella no necesitábamos psicólogos ni terapia de ningún tipo ya que la confianza era tan grande que nos contábamos todo.

Ahora en cambio es Dani el pequeño quien me telefonea atormentado por la mala relación que tiene con su pareja. Es un niño grande muy sensible y tranquilo, pero el pobre sale a riña diaria con Marta, también es buena chica, pero el ambiente en casa de sus padres anda revuelto y eso la tiene tan alterada que desfoga con Dani y claro, él lo hace conmigo.

Luego esta Macu la niña de mis ojos, siempre atareada entre su trabajo y los tres niños, su marido le echa un cable, pero eso, quien lleva la casa y la familia es ella. No para de llamarme diciéndome que estoy muy sola y porque no voy a vivir con ellos, así yo tendría compañía y ella una ayuda.

El mayor Vicente ese no me llama, no tiene nada que contarme porque esta absorbido por su trabajo de directivo en una multinacional, tanto es así que al llegar tan tarde a casa apenas ve a sus hijos y en ocasiones ni a su mujer. Ese sí que tiene un problema gordo al tener tan desatendida a la familia y además está ciego porque no ve las visitas del vecino a su mujer. Ay Querido Diario como no espabile dentro de poco se quedará sin niños, sin casa, sin esposa y con medio sueldo.

Luego están mis amigas que con esto de la pandemia no les apetece salir sólo quieren hablar por teléfono, me parece algo tan impersonal al no ver la cara de tu interlocutora, no sabes si lo que dices o cuentas le parece bien, apenas tengo contacto con ellas.

Desde que falleció mi Paco no tengo con quien hablar, tan sólo contigo Querido Diario, menos mal que falleció antes de la pandemia porque no habríamos soportado estar alejados en un momento tan difícil, le canté una nana sujetándole la mano hasta que se fue y le pedí que me esperara allá donde esté porque era el mejor compañero de vida que se pueda tener.

Pero sabes, he estado pensando en irme a un convento de clausura donde hablando con Dios seguro que él me comprende. Allí apenas tendré contacto con mis hijos, ya va siendo hora que maduren y hagan frente a sus problemas de vida, estaré siempre a su lado y en su corazón, pero tienen que valerse por sí mismos y la única manera es encontrar un lugar donde estar incomunicada.

Aunque pensándolo mejor los achaques todavía me respetan, físicamente estoy bien, mi cabeza está bastante ágil y apenas tomo medicación, aún puedo ser útil y ayudar como voluntaria en alguna ONG, pero lejos, donde esté a salvo de ellos. Lo ideal sería África o Sudamérica, pero lo del avión no me convence, si me quedo en el país seguro que incluso van a visitarme, así que he pensado en Portugal, es el extranjero, el gallego se me da bien y seguro que el portugués lo entenderé, otra cosa será hablarlo. Lo suficiente cerca de casa y lejos de ellos, unos tres o cuatro años al principio según como resulte la experiencia.

Ya he contactado con una organización y mañana tengo una entrevista, Querido Diario ¡deséame suerte!




 

 

 

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