El pendrive - Pilar Murillo

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Ernesto llegó a casa y tiró su gabardina en el sofá, no tenía ganas ni de guardarla en el ropero. Se dirigió a la cocina y abrió una botella de buen vino tinto. Recogió un mando a distancia pequeñito, perteneciente al hilo musical y enseguida sonó de fondo una música de versiones de películas de suspense, interpretada por una orquesta sinfónica. Subió a su habitación y se puso cómodo, todo mientras iba dando pequeños tragos a su copa de vino de la cual no se había olvidado. Salió de su habitación y se metió en la estancia contigua donde había un escritorio y sobre él un portátil. La habitación la decoraban varios cuadros horrendos hechos a carboncillo. Era su despacho. Se sentó apoyando antes la copa de vino sobre el escritorio, abrió el portátil y buscó una carpeta titulada “Los orígenes de la maldad” releyó y comenzó a escribir lo que sigue a continuación. “Siempre oí que los niños no tienen picardía, ni hacen las cosas con premeditación, los niños solo imitan y no tienen concepto de lo bueno y malo, si no se les enseña, y cuando no se les da unas directrices, ellos lo que hacen es improvisar, les sale de dentro, lo que sea que tengan en su mente.

La maldad se hereda, si no viene de los padres viene de mucho más lejos. Esta teoría la puede comprobar tras mi investigación del sujeto A, llamémoslo así para que continúe en el anonimato.

Cuando terminé el grado de Humanidades, mi último trabajo versó sobre un antepasado que la mayoría de sus familiares habían hecho alguna maldad por envidia. Todo apuntaba a que eran casualidades, pero yo quise ahondar más allá y mezclé realidad con literatura, quedándome un trabajo que más que parecer ensayo, tiraba más a novela de suspense, de hecho, la escritura es mi gran hobby, pero no es éste el caso que nos aborda, si no por qué decidí hacer la investigación sobre la maldad.

Descubierto un niño que provenía de mi rama familiar, con los que mi amistad a sus padres me unía de tiempo atrás, tanto es así que prácticamente una vez al mes durante cuatro horas compartíamos una barbacoa familiar. La primera vez que este niño se unió a estas reuniones, apenas tenía dos años. Es muy corta edad, demasiado corta para distinguir lo que esta mal y lo que está bien, incluso para tener envidia se es demasiado pequeño.

La envidia es el germen de la maldad y desde que el hombre apareció en la tierra, todas las guerras y asesinatos de reyes para usurpar el trono de sus parientes ha sido por la envidia y hambre de poder.

Mi estudio con el sujeto A comenzó cuando me dejó sorprendida como un ser tan pequeñito comenzaba a tener envidia de otro niño un año menor. En principio todos los que contemplamos la acción de romper a la mitad las pinturas de madera del niño más chiquito, pensamos en que lo había hecho por compartir, porque así los dos tendrían los mismos colores para garabatear en un bloc donde se entretenían. Yo también creí que eso era compartir, pero aquella mirada y sonrisa maligna nunca se me borrará.

En los años siguientes seguí mi observación, indudablemente el germen de la envidia iba creciendo considerablemente. Me llegué incluso a asustar tanto que no quise seguir con el estudio a esa única persona.

Me fui a los parientes del pasado, generaciones atrás. Llegué a descubrir algo que me heló la sangre y la razón por la que este estudio que hay a continuación de esta presentación, jamás verá la luz.

La realidad supera a la ficción, me puedo aventurar a decir esto. Cuantas películas habré visto sobre brujas poseídas o vírgenes a las que el diablo las ha forzado para reencarnar el mal en la tierra.

A día de hoy todo esto que presento y voy a relatar no tendría credibilidad si no fuese que todo está escrito y que ha llegado generación tras generación hasta nuestros días.

El mal tiene muchas formas, pero ésta en concreto es la maldad personificada.

En estos momentos que son las doce de la noche y fuera hay una tormenta de mil demonios, (Nunca mejor dicho) se me acaba de helar la sangre. Toda mi casa está cerrada. Yo me hayo en la planta alta escribiendo y no hay nadie más en mi casa, sin embargo, estoy escuchando como alguien sube la escalera. Dejo esta historia guardada en un pendrive, si algo me sucediese quiero dejar constancia de que una hermandad satánica han descubierto mis estudios y al sujeto A, que ahora forma parte de esa secta. No puedo seguir escribiendo. Debo cerrar. “

Diez años después Una profesora de humanidades recibe un paquete anónimo y dentro haya un pendrive que utilizará a su vez en su primera clase. Dicho lápiz de memoria mostrará el estudio inacabado del profesor De la Torre Martínez. La intriga estaba servida. El profesor era su padre, desaparecido diez años atrás de forma misteriosa.

 

 

 

 

 

 

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