No, no estoy obsesionado con mi salud. Bueno, un poco sí, como todo el mundo. Mens sana in corpore sano, y eso. Un poco de mindfulness, algo de bici estática o un finde en modo senderista. Y una cerveza fresquita para acabar bien el día.
No pretendo salvar animalitos para enviarlos a santuarios donde vivirán en paz y armonía con su entorno. Los animales están para algo, además de para verlos en los documentales de la 2.
Mis razones son otras. Básicamente económicas. Sí, llámenme materialista. Que de las nubes no se come. Y en estos tiempos raros, mucho menos; no sea que respires nubes tóxicas.
Pues sí. Aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid, y que la gente cada vez le hace más ascos a todo tipo de carne animal, valga la redundancia, decidí crear un rinconcito vegano y ecológico.
En el pueblo de mis padres aún estaba la casa familiar con su buena finca. Que cuando tomé la decisión era un erial. Y mi chica me gritó de todo. Que estaba loco, lo primero. Y que de dónde iba a sacar el dinero para organizar aquello. Casi me deja.
Bueno, me dejó unos meses, pensando que yo a la vez dejaría de pensar en mi locura ecológica. Pero yo seguía haciendo planes, reestructurando, comprando material, visitando webs de asociaciones agrícolas…
Hasta que otro loco urbanita, cansado de todo, se vino a vivir al mismo pueblo que yo, con mi misma idea. O algo parecido. En realidad quería hacer su propia cerveza artesana, cosa que yo le agradecí infinito. Pero la mía le gustó y acabamos por asociarnos. Cerveza, verduras y algo más.
Y entonces, oh casualidad, mi novia volvió a ver en qué andaba. Y se conocieron y surgió el amor. Bueno esa es otra historia. Ya brindaremos por ellos otro día.
Aunque el loco urbanita sigue siendo mi socio. Y mi ex al final acabó cayendo también en las redes de la naturaleza. Somos un trío extraño que ha llenado de verde y vida un pueblo remoto de la España vaciada.
Empezamos con lechugas, tomates, zanahorias y un rinconcillo de hierbas aromáticas. Algo muy básico, que vendíamos en una camioneta en los mercados de los pueblos de alrededor. Y poco a poco fuimos consiguiendo una variedad de productos saludables para todos los gustos, veganos o no, que parecen haber encontrado su hueco en el mercado.
Gracias a las mejoras rurales, la tecnología llegó al pueblo y se obró el milagro de internet. En nuestra web www.rinconveganoyalgomas.org pueden encontrar desde todo tipo de frutas y verduras de temporada, huevos, de gallinas alimentadas de modo totalmente ecológico, hasta delicatesen como confituras de arándanos, manzanas o peras, chips de sabores variados, tortillas de calabacín, patata, pimiento, ingredientes al gusto del consumidor, bizcochitos de pipas de girasol, magdalenas con y sin huevo, cervezas sin gluten totalmente artesanas o hamburguesas sorpresa, que no son ni carne ni pescado.
Puede que mis razones no coincidan con sus razones. Pero están a un click de comprobar si sus paladares se atreven con el sexto sabor, el de la curiosidad.
Y, por si sus indagaciones van más allá de la web, les diré que no, no me he hecho vegano. Sigo disfrutando de un buen solomillo en su punto. Mis razones continúan teniendo bastante chicha.
Tecleen, busquen y elijan. Bon appetit.
Y vivan las tecnologías, que conectan y llenan de sabor tantos rincones del mundo.
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