Dicen que año de nieves, año de bienes, pero después de la nevada copiosa que cayó en Madrid, con sus consiguientes heladas, poco tendríamos que nombrar al bien o a los bienes de nadie.
Tantas rupturas de huesos como casi habitantes hay en la gran ciudad.
La presidenta de la comunidad no tuvo previsión de ello, a pesar de que llevaban una semana anunciándolo y la sal que compró para tirar en las carreteras y aceras más bien pareció una provisión de saco de sal por restaurante. (Aunque dicha sal no sirve para cocinar)
Así con este caos una madre y una hija salían de casa a las seis de la tarde. La madre, muy nerviosa y con miedo, la niña asustada.
La madre había recibido unos mensajes amenazantes de su expareja y nada más leerlos llamó al 006, teléfono de ayuda a las mujeres maltratadas. Recogió cuatro prendas de ropa de su hija y de ella, las metió en una mochila y salieron a toda leche de su casa. Apenas se podía andar y la niña de siete años iba aún más retrasada. La madre miró para todos lados, tenía la sospecha de que él la estaba observando, y así era, de una esquina salió hecho una furia y de un puñetazo la tiró al suelo con el labio partido tiñendo un trozo de nieve de rojo. Mientras la niña, asustada estaba de testigo.
No tardaron en bajar varios vecinos de los edificios, que al tiempo que miraban como nevaba, vieron la violenta escena. Uno que llegó el primero, recibió una puñalada que iba destinada a la pobre madre, inmediatamente llegaron mujeres y hombres que no se dedicaron a observar. Una señora apartó a la niña, otros se abalanzaron sobre el criminal reduciéndolo y retirándole el arma blanca. Otra señora desde una terraza estaba llamando a la policía.
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