Pagaba al asesino por el trabajo realizado un mes después de cada encargo. Se reunía con cada uno en distintas localizaciones de la ciudad. Adoptaba diferentes identidades según la categoría del contrato. Ponía el máximo cuidado para evitar mencionar nombres de previos contratados.
Su mente, activa e ingeniosa, consiguió crear una amplia red de sicarios e informantes de la que nadie conseguía escapar.
Solo la mirada de aquella viuda negra le nubló la razón, haciéndole sentir unos escalofríos mortales.
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