Tic Tac - Marga Pérez

                                                



¡Es cierto! Siempre fui despistada, tremendamente despistada. En casa decían que estaba en mi mundo, absorta, embelesada, fuera de la realidad . Si me conociesen mejor quizá sabrían que decidiera, sin saberlo, prescindir de ese mundo que me era hostil, que me impusieron al echarme fuera del vientre de mi madre, y en el que tenía cero interés. Así que nada de abstracciones ni ensoñaciones infantiles y menos de pájaros revoloteando por mi cabeza. Despistada, éso si, pero despistes como el de tropezar con mi padre en la calle, disculparme y seguir caminando sin darme cuenta que era mi padre, si, éso si, lo normal. Pero lo que pasó hoy no fue ni medio normal. Me levanté como todos los días y fui a hacer la compra, también, como todos los días, al supermercado que tengo en la manzana al lado de casa. De camino veo a un matrimonio que aunque nunca hablé con ellos, conozco de esa manera en que nos conocemos los que convivimos en el mismo barrio. Sé que tienen una hija, muchas veces los vi juntos saliendo de misa o en una terraza al sol, por cierto, y dicho sea de paso, que tiene un marido guapo a rabiar. Siempre me llamó la atención que una mujer con un encanto tan equino atrajese a un hombre así, pero seguro que lo entendería si los conociese, seguro, no suele fallar eso de que las apariencias engañan. Bueno, a lo que iba, coincidimos a diario comprando o paseando por el parque… pues hoy veo al matrimonio, solo, sin la hija, pero no como todos los días. Ayer eran unas personas de mediana edad tan dinámicas, activas, plantadas, que podría describirlos como joviales. Hoy eran dos personas decrépitas, encorvadas, reducidas, arrastrando los pies... viejas. No podía dejar de mirarles ¿qué les ha pasado? De ayer a hoy, no lo entiendo. Al llegar al supermercado más de lo mismo. Siempre hay personal nuevo pero, a las habituales, hoy, alguien les habían puesto unos cuantos años encima. Las dependientas siempre tuvieron aspecto joven, fresco, acicalado, hoy no. Hoy, hasta las vi con arrugas y a algunas con canas, sin tinte que disimulase la edad. La cajera por la que siempre paso la compra, además de mayor, estaba fondona ¡mira que era curiosa esta chica! llevaba siempre el uniforme marcando silueta que daba gusto verla tan pizpireta ella, además de bien peinada y maquillada. ¿Cómo pudo coger tantos quilos, y años, de ayer a hoy?. Empecé a sentir miedo. Algo terrible estaba sucediendo y nadie era consciente de ello. Todos seguían haciendo lo mismo que el día anterior . ¿Habría algo en algún alimento?… ¿en el agua?... El cambio climático… ¿un nuevo virus?... Aguantando la respiración saqué la mascarilla del bolso, me la puse y aliviada exhalé el aire que ya me estaba acogotando. Aunque la bolsa de la compra pesaba lo suyo, metí la directa y en un sin vivir llegué a casa dispuesta a confinarme . Lo primero fue poner la tele a ver qué decían del tema. Nada. Ni la uno ni ninguna otra cadena decían qué era lo que pasaba. No podía creer que fuese yo la única del planeta que se diese cuenta de aquel horror… ¿igual era sólo local y las autoridades nacionales no tenían noticia…? Llamé a Loli, no la quería asustar pero si sabía algo me lo diría sin que le preguntase ¡buena es ella! Llamar, ella no me llamaría, pero callar algo así llamándola yo, ¡imposible!... Casi una hora al teléfono, la verdad es que hacía años que no hablábamos, y van a pasar otros tantos antes de que lo vuelva a hacer… siempre igual, que si no quiero saber nada de la familia, que si no cojo el teléfono, que si… si no fuera por ésto ¡iba a llamarla yo!... Bueno, que no tenía ni idea, no porque le preguntase yo sino porque no me lo contó ella, y éso que temas de edad y vejez saqué cada poco, pero nada, no soltó prenda y eso sólo significa que no lo sabe, no tengo la menor duda. Pasé el día entretenida con mis libros sin dejar de pensar en lo que podía estar sucediendo fuera, y así se hizo de noche. Entré en el baño a cepillar los dientes antes de ir al dormitorio y, sin darme cuenta, me vi en el espejo y me paré a observar. Creo que nunca lo hice con el detenimiento de hoy, ¡alucinante! también yo era víctima de ese terrible mal. Alguien esta mañana me había contagiado, ayer era joven, estoy convencida de ello, no hacía falta que me mirase, sé cómo me sentía. Incluso esta mañana en el super me sentía igual. Tuvo que ser a lo largo del día… ¿hasta que me vi en el espejo? … Allí lloré viendo los años en mi rostro, la árida flacidez de mis mejillas, las manchas, las arrugas, los ojos cansados , los surcos en las comisuras de la boca, la frente plisada, los dientes, el cuello, ¡oh! el pelo… no quise seguir observando a la vieja en la que me había convertido, así, de un día para otro y me acosté con la esperanza de que al día siguiente todo volviese a la normalidad y ésto sólo fuese un mal sueño. ¡Miedo me da a que amanezca…!

 

 

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