¿Quién dijo que no te quería? - Marga Pérez

                                           

 

María se levantó inquieta después de una noche toledana. Hacía mucho que no tenía pesadillas y puede que éso influyera para que se sintiera así. Tenía palpitaciones, un nudo en el estómago, dolor de cabeza, sensación de irrealidad y además, percibía con claridad que en algún momento iba a pasar algo, como así ocurrió. Algo malo ¡claro! No eran sensaciones agradables las suyas. Todo lo contrario.

Cuando esa tarde llegó al Conservatorio de Música acompañando a su ahijada , la inquietud se acrecentó. Desde pequeña ese edificio le daba miedo. ¡Tenía tantas cosas en su fachada ! Caras que la miraban. Balcones, terrazas y balaustradas por do quier, bajas, altos, redondeadas, cuadradas, salientes, escondidos . Rejas , ventanas raras, jardín tenebroso y recovecos sin fin por los que podría salir de todo... perros, ¡Gatos! No podía con ellos. Sólo de pensar en que uno se le abalanzase desde el muro… Se apretaba contra su madre cuando no le quedaba más remedio que pasar por delante. Incluso cerraba los ojos. Con los años llegó a pensar en el violador escondido tras las rejas, en el pervertido señor mayor, observándola tras los visillos… ¡Malas vibraciones! No lo podía evitar. Ese edificio no le gustaba nada pero su ahijada había insistido . La audición para ingresar en la Sinfónica del Principado era de vital importancia y sólo la tenía a ella para estar entre el público dándole la tranquilidad que necesitaba .No le podía fallar.

Antes de empezar ya tuvo que levantarse al baño. Quizá le había sentado algo mal. El vientre rugía, estaba hinchada, incómoda. Quizá echando fuera sus miasmas todo volvería a su sitio y podría disfrutar del acto, pensó mientras buscaba con urgencia el servicio. Al abrir la puerta se dio de bruces con el cuerpo de una mujer. Estaba muerta, no había duda. Yacía recostada sobre una butaca tapizada en terciopelo verde y sangraba por el pecho con abundancia. El mandil delataba dónde había recibido la agresión. Desde el pecho, blanco impoluto del mandil, corría la sangre hasta más abajo de las rodillas, que se intuían debajo de un uniforme negro… La irrealidad que sentía se hizo tan real que, de golpe, cerró la puerta, se agarró al picaporte y reprimió un grito que luchaba por escapar de su garganta . No quería salir corriendo. Su sensatez le decía que aquello no era normal, que tenía que darle una vuelta a lo que acababa de ver. Se apoyó en la puerta y se vio yendo hacia el baño, abriendo la puerta, si, si, miró, era el baño de mujeres, pero aquello no era un cuarto de baño, era un cuarto de costura, de ropa blanca, una sala de estar de servicio… No era actual. La decoración, los muebles, la mujer... Llevaba cofia, blanca y plisada y uniforme y mandil blanco . Era una mujer del servicio doméstico de otro siglo. Hoy nadie llevaría ese atuendo. El uniforme era largo y el mandil también y la cara… ¿Dónde había visto aquella cara?… Perdone ¿ me deja pasar? Una mujer quería entrar en el bañó y María aún en shok se retiró para facilitarle el paso. Lo que vio al abrir la puerta fue un baño de mujeres, ni más ni menos. Asombrada entró y lo miró y lo tocó y se miró al espejo y no salió de su asombro. No había ni cuarto de costura ni mujer muerta ni escena del siglo pasado. Como por arte de magia su malestar se disipó de la misma manera en que se disipó aquella escena del pasado . Todo se había disipado a la vez mientras la asaltaban preguntas y más preguntas.

Desde ese día buscó respuestas. Ni el psiquiatra ni el psicólogo supieron darle una explicación clara. Estuvo en tratamiento para el estrés . Durmió y durmió, de noche y de día, cada vez que se quedaba quieta, y aunque no quisiera… Hasta que la vio en sueños, si,si, a la muerta. Al principio sólo dormía, ni soñaba, ni se acordaba, ni tampoco era algo que le preocupase. Se tomaba las pastillas y no pensaba en más. La convencieron de que el estrés pasaba factura y que en su caso había desencadenado lo de las visiones. Esa era la mejor explicación. Cualquier cosa antes que admitir que se estaba volviendo loca … Tomar el tratamiento y dormir era lo siguiente. Pero después de varias semanas haciéndolo, en sus sueños empezó a salir aquella mujer muerta sobre la butaca verde de terciopelo manchada de sangre, con cofia y mandil blanco, impoluto, si no fuera por... ¿Un disparo? ¿Una cuchillada? Y su cara cada vez le resultaba más familiar.

Sin decir nada a nadie se acercó a la residencia donde su madre vivía hacía años con la cabeza cada vez más perdida. La memoria cercana era un desastre y la lejana, algo mejor, pero dependía mucho del día y de la hora. Por las mañanas más o menos regía. Según pasaba el día todo se mezclaba. Era como una cocktelera que al agitarse unía lo imposible de unir, pero tan simpático… María solía ir a esa hora pero esta vez lo hizo por la mañana temprano, la necesitaba bien despejada. Hablaron de muchas cosas y entre ellas dejó caer la casa del Conservatorio, lo bonita que era, lo bien que había tocado su ahijada... Su madre no era capaz de recordarla así que sacó el móvil y se la enseñó a todo color. ¡Ah! Si... ya me acuerdo, tengo una foto… Abre ese cajón. Y del cajón María sacó un montón de fotos en blanco y negro, de su madre con su padre, de su abuela y su abuelo, de su madre con su tía Fini, de la casa del Conservatorio con una niña en brazos de la niñera… Su corazón se desbocó, era ella. Esta es la casa, si mamá,¿ quienes son? Tardó en contestar y María pensó que ya todo estaba perdido pero, con un suspiro, su madre empezó … Qué guapa era ¿verdad? ¿Quien, mama? Mi abuela, trabajaba en esa casa, cuidaba a esa niña. ¿Como se llamaba tu abuela? María, como tu. Te puse su nombre. ¿Cómo nunca supe nada de ella? ¿Nunca me dijiste que trabajara allí? ¡chist! ¡chist!. Se puso el dedo en los labios y miró alrededor por si alguien las oyese. No se puede hablar de ella ...¿Por qué?¿ No me digas que hay secretos familiares que desconozco? Bueno, ya eres mayor y a mi no me queda mucho… ¿Si te lo cuento me guardarás el secreto? Claro mamá. Tus secretos son mis secretos ¿A quien los voy a contar? Y empezó a hablar de María, su bisabuela. Que era una joven preciosa, que se había casado con un chico muy guapo, que a los dos años habían tenido una hija, su abuela, que empezara a trabajar en el palacio porque el hambre era mucha y tenían otra boca que alimentar pero...pero… no sabía cómo seguir. ¿Pasó algo? Dijo María para ayudarla. Si, algo debió de pasar porque ella era buena, mamá me lo decía, todos lo sabían… pero se fue. Abandonó al abuelo y a mi madre, pobre, con cuatro añinos… ¿Cómo que se fue? ¿A dónde? ¿Quien os lo dijo? María tenía urgencia por saber. La señora del palacio se lo había dicho al abuelo, que no le quería y que no la buscase, que no iba a volver . Mamá me dijo que su padre lloró hasta la extenuación. Saber que no le quería fue tremendo para el... No volvieron a hablar nunca más de ella, había sido tan duro, las vecinas hablaban y no sabes qué cosas decían... que si se enamorara de alguien del palacio que la llevó a Madrid, que si se dedicaba a la mala vida en Barcelona, que si había cruzado el charco... Ignorarla era lo mejor para protegerse del dolor. No hablar de ella a nadie de la familia era quitarse el estigma del abandono… Mamá me lo dijo cuando estaba embarazada de ti y pensé que no hacía daño a nadie poniéndote su nombre. ¡Sabe Dios lo que tuvo que pasar! ¡pobre!

María no le habló de sus visiones, ni de sus sueños y se fue a su casa a seguir con su vida. Así fue cómo dejó el tratamiento y recuperó la paz. Pasear por los jardines del Conservatorio y sentarse debajo de un gran árbol mientras escucha música de piano, violines e instrumentos de viento, le ayuda a hablar con su bisabuela María. Sabe que sí les quería y está convencida que ahí, en ese jardín, es dónde ella ya descansa en paz.

 

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