París - Marían Muñoz

                                                     

Voyage, voyage, plus loin que la nuit et le jour
Voyage, voyage, dans l'espace inoui de l'amour……….

Tarareaba una de mis canciones favoritas desempolvando mi francés. En unos días iría de viaje a esa gran ciudad y con todos los gastos pagados. Hotel de cinco estrellas, billete de avión en primera clase, y un primer puesto que disputar en un concurso de logos para una empresa de carros. Mi propuesta fue seleccionada entre las tres primeras, y ahora tocaba defenderla y convencerles que era la mejor.
Mi buena estrella brillaba de nuevo, la crisis causó mi despido en una empresa de publicidad, me enviaron al paro y pese a buscar otro empleo, no tuve éxito. 
Mi hermano me convenció de volver al pueblo. Me aconsejó que antes de fundir mis ahorros, regresara a casa y al negocio familiar, ahora todo se hacía por Internet, y la ciudad tan sólo distaba una hora en coche, cercanía suficiente para regresar y hacer cualquier gestión.
Alejarme del pueblo y de mi hermano había sido mí premisa, no porque nos lleváramos mal, sino porque él, dos minutos mayor que yo, siempre ha llevado la voz cantante y he sido la segundona. Salí de sus dominios para afianzarme en mi misma y descubrir de lo que era capaz y qué quería hacer.
Sus razones me convencieron y tomé rumbo al pueblo. Tuve el mayor de los recibimientos, todos se empeñaban en demostrarme que mi regreso no era un paso atrás, sino una vuelta a los orígenes para volver a tomar impulso. Mi hermano demostró todo su cariño y lo gran persona que es al prepararme un apartamento en el desván de casa, con un pequeño baño y cocina americana, para seguir siendo independiente.
Mis padres siempre han tenido ovejas, y con su leche fabrican quesos y postres lácteos, siendo una marca muy conocida en la provincia. Mi cometido era ocuparme del papeleo en la oficina y atender clientes o proveedores. Enseguida pillé el tranquillo a mi tarea, y en ratos libres seguía con mi búsqueda de empleo a través de Internet o participando en concursos de creatividad.
En Navidades, bueno mejor dicho el día de Reyes, recibí el mejor regalo que podía esperar. En la habitación de la tata que llevaba tiempo vacía, mi hermano acondicionó un estudio de pintura para mí, caballetes, lienzos, acuarelas, en fin todo lo que un pintor puede necesitar. Esa afición la tenía un tanto olvidada, pero con tan emotivo regalo la retomé. Primero empecé con bocetos pequeños, hasta que un día se me ocurrió pintar uno enorme para tapar una pared vacía de la iglesia. Solía estar un cuadro con la imagen de San Benedicto, pero al llevárselo a restaurar, el muro aparecía frío y triste. Pinté el campo junto al río, un trigal comenzando a dorar las espigas, en su centro, una oveja mirando hacia un rayo de sol mañanero. Creí lograr un ambiente lo suficientemente bucólico para gustarle al señor cura, y si así era, se lo regalaba para que al regresar el cuadro restaurado, se vendiera el mío y si sacaban algo lo invirtieran en arreglos de la iglesia.
Dio la casualidad que mi cuadro tuvo un gran éxito ya que por las mañanas se colaba por la vidriera del altar mayor un rayo de luz que incidía justo en la cabeza de la oveja, ni que hubiera sido hecho a posta. Y esos fueron los comienzos de mi éxito como pintora.
Seguía consultando Internet pero no con tanta premura y asiduidad como antes, hasta aquel día en que me tropecé con la página de la empresa americana de carros. Estaban buscando ideas para un logo con los colores de la empresa, tan sólo tenía un día para pensar y crear algo. Casualmente los colores coincidían con los mismos que había empleado al pintar un campo de caléndulas que tenía detrás de casa. Estaban pintadas a tamaño natural por lo que el cuadro era de grandes dimensiones, y se me ocurrió enviarles unas fotos del mismo, donde se podían apreciar el tamaño y los colores de las flores. Imaginé que para incluir mi diseño en un carro de la compra, luciría bien bonito. Tras un par de mails interesándose por mi sugerencia, me informaron oficialmente que estaba entre los tres finalistas del concurso. El siguiente paso era acudir mi cuadro y yo a la sede oficial en Paris y exponer mi idea a los directivos de la empresa. En cuanto supe que ellos se encargarían de todo, no lo podía creer, estaba exultante de júbilo, por fin algo me salía bien, y me preparé a conciencia para convencerles de que mi diseño iba a quedar maravilloso.
Comencé a repasar mi oxidado francés, ahora el idioma más utilizado en los negocios es el inglés y en ese me defiendo bien. Bonjour, Bonsoir, en fin me pasaba el día chapurreando francés, no paraba de consultar el tiempo meteorológico para ver que ropa llevarme, quería estar chic para los parisinos.
Justo el día anterior a la partida llegó la documentación para el viaje, sabía por los mails enviados que mi vuelo salía de Madrid y en el aeropuerto de destino me estarían esperando, no tendría pérdida ninguna.
Al día siguiente llegué al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, temblando como un flan casi tiro los papeles al suelo al abrir la carpeta con la documentación. Fueron muy cumplidores, habían sacado la tarjeta de embarque por lo que tras facturar me dirigí a la puerta de salida. Al llegar a ella algo no me cuadraba, el destino de aquella puerta no era Paris, sino Dallas en Estados Unidos. Leía y releía toda la documentación, en aquel billete ponía mi nombre, y sí, el destino era Dallas. Un color se me iba y otro se me venía, un ligero sudor comenzó a perlar mi frente y mi corazón latía más fuerte que de costumbre. No entendía nada, por más que preguntaba al personal de tierra de aquella zona, todos me decían lo mismo, sí aquel era mi vuelo, me iba a Dallas.
Muy nerviosa me subí al avión, sin duda habían confundido los pasajes, mientras yo tenía que estar volando a Paris otra persona debía viajar en este vuelo, el caso es que revisándolo todo, pude comprobar que me habían sacado un pasaporte y la visa para entrar en Estados Unidos, algo increíble. Después de despegar los demás pasajeros se acomodaron para echar una cabezadita, ya que el vuelo iba a ser largo. Yo no podía, seguía estando alterada, nerviosa y con miedo por no controlar adonde viajaba. Después de un par de horas conseguí bajar algo mi estrés, pude relajarme algo deseando que todo tuviera un final feliz y no acabara en una cárcel americana, y me dormí.
Fue el viaje más largo y más angustioso que en mi vida he hecho. Tocamos tierra y descendimos del avión. Recogí mi equipaje y tras pasar la aduana solucionando alguna pega, tenía tal cara de susto que suponían llevaba algo de contrabando, pude ver un gran cartel que me daba la bienvenida. Me estaban esperando en Dallas, ¡Bien! ¡Qué alivio! Pero aún así no tenía ni idea que hacía allí. Me recibía Mr. Connor, un simpático cuarentón que iba a ser mi guía durante aquella semana. A la salida del aeropuerto nos esperaba un gran carro, que nos iba a llevar a Paris. La cara de sorpresa que puse le causó una gran carcajada y me preguntó cual era el problema. Explicándole que suponía que el Paris al que iba estaba en Francia no en Texas. Volvió a reírse y me contó que la culpa había sido del Commercial Manager que no había especificado en las bases que la central estaba en Paris (Texas) y el viaje era hasta allí.
El hotel fue perfecto, la ciudad asombrosa, tienen, como no, una torre como la de París-Francia a menor tamaño, ¡coronada por un sombrero vaquero, de lo más original! El centro de la ciudad es tal cual la plaza del pueblo de Regreso al Futuro, pero sin reloj, con muchas tiendas de lo más variopinto y una gran fuente. La empresa no es de carritos de la compra, sino de carros, es decir, coches, y van a sacar al mercado un modelo eléctrico utilitario, querían pintar en ellos algún logo ecológico con los colores de la empresa, por eso mis caléndulas les habían parecido apropiadas. Me llevaron de visita por las instalaciones de la compañía. Defendí mi propuesta todo lo bien que supe y aunque quedé la segunda (es mi sino) decidieron que un modelo concreto iba a llevar mi flor.
El cuadro se lo quedaron ellos y lo pagaron muy bien, mi diseño va a recorrer todo USA en la puerta de un utilitario eléctrico. La fama a nivel nacional que he conseguido gracias a la publicidad internacional de este concurso me ha abierto las puertas de las mejores empresas del ramo, y ahora estoy dudando si volver a la ciudad a trabajar en publicidad o quedarme en mi pueblo contemplando y pintando a mis ovejitas en la paz del campo.


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