La Cigüeña - Clara Conde

                                    

París era importante en sus vidas. Allí se habían conocido y allí volvían todos los septiembres, al menos durante un par de días. Eran dos almas gemelas con el mismo deseo: una casa llena de niños.
No tardaron mucho en decidirse a empezar su proyecto y escribir a la Cigüeña; esa cigüeña parisina que reparte bebés por todo el mundo.
Así se la imaginaban, no como un ejército de cigüeñas, sino como una sola ave encargada de todo el trabajo y de recibir las cartas que escribimos los papás desde todos los rincones del planeta.
Y ellos le escribieron muchas cartas.
De algún modo, la Cigüeña se convirtió en el centro de sus vidas. En su pensamiento, y cuando estaban a solas, todo lo compartían con ella. Antes que visitar a la familia, antes que disfrutar una velada con amigos, preferían quedarse en casa, ellos dos solos, soñando al unísono con la querida Cigüeña.
Sobre un plano de su amado París se entretenían diseñando diferentes rutas que la Cigüeña podría seguir en su viaje hacia su casa.
Lo primero era fijar un punto de partida y estuvieron de acuerdo en que la Cigüeña debía de tener su base de operaciones en el Bosque de Vincennes, maravillosa reserva verde, el lugar ideal para la casa de un pájaro.
Se la imaginaban volando sobre el centro de París, sosteniendo en su pico el paquete de mantas donde dormía un bebé rosadito; pasando sobre Versalles, sobre Orléans, sobre Toulouse, y finalmente entrando en España por Andorra. Después de Andorra todo era más fácil, como si la última etapa, al estar ya en nuestro país, fuera como llegar a casa.
Así lo imaginaban.
Buscaban los pronósticos del tiempo. Quizás ahora hace demasiado frío, esperará a que llegue la primavera. Y cuando llegaba la primavera había demasiadas lluvias, quizás mejor hacer el viaje en verano.
Y así se les pasaron cuatro años: con el viaje de la Cigüeña, qué comerá la Cigüeña, cuántas entregas tendría que hacer antes de que les llegara el turno.
Cuatro largos años sin que la esperada Cigüeña llegará desde París y les dejara un bebé ante la puerta.
Así que la Cigüeña se transformó en un avión, regordete y blanco, y les llevó hasta China, donde les esperaba una preciosa hija a la que llamaron, por supuesto, París.




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