El marco - Rufino García Álvarez



Cuatro generaciones de médicos en la familia y yo abogado. Quise serlo desde chiquillo. Nunca tuve la menor duda. Mi madre siempre trató de quitármelo de la cabeza. La recuerdo gritándome “¿Vas a renunciar al verdadero reconocimiento social y a la posibilidad de salvar cientos de vidas... para ser un chupatintas?”.

Pero nada de lo que ella me hubiera podido decir hubiera cambiado mi decisión. Me fui a estudiar a la Complutense de Madrid y me especialicé en derecho hispano-francés y gracias a los programas de colaboración entre la Complutense y la Sorbona, hice los últimos años de la Carrera en París.

Vivía en un pequeño apartamento cerca de la Facultad en el Barrio Latino. Me encantaba ir a cenar a las brasseries y pasear la noche parisina. A veces me perdía por las callejuelas del barrio de los pintores de Montmartre, me daba una vuelta por el Sena o caminaba hasta los campos de Marte y luego bajaba en metro. Adoraba París.

Conocí a Marie en Le Caveau de la Huchette, una pequeña sala de jazz cerca de Notredame a la que solía ir con compañeros de clase. Empezamos a salir juntos y mi vida dio un giro de 180 grados. Ella era la hija de la famosa Susan George, miembro de la dirección de Greenpeace. Poco a poco empecé a involucrarme en temas de cambio climático y contaminación. Íbamos juntos a manifestaciones y protestas y casi siempre acabamos empapados por las mangueras de los antidisturbios y perseguidos por la policía. Fueron unos años intensos y maravillosos.

Cada vez que volvía a Avilés a visitar a mis padres mi madre seguía con la misma letanía: “¡Mira que no hacer Medicina con lo listo que tú eras!  ¡Derecho, válgame el cielo, Derecho!  ¡Eso no vale para nada! y además ahora te juntas con terroristas”.

-”Activistas, mamá, se dice activistas”. Siempre regresaba a París con la cabeza como un bombo.

Para Greenpeace cada vez llevaba más temas jurídicos y resulte ser francamente bueno y eficiente. Un día cayó en mis manos un expediente de varias denuncias contra una gran multinacional americana que presuntamente estaba contaminando las aguas freáticas de toda una comarca de Burgos, el pueblo más afectado era Lerma, donde recuerdo haber pasado muchos veranos de mi niñez. Lo cogí con un cariño especial.

Fue un caso muy duro, que me llevó más de dos años, muchos intereses creados, corrupciones, expedientes extraviados y amenazas. En muchas ocasiones me sentí como Erin Brockovich luchando contra la Pacific Gas. Al final conseguí hacer comparecer ante los tribunales a los directivos de la multinacional y a algunos miembros de la Corporación Local por delito contra la salud pública y envenenamiento de aguas con plomo y arsénico. Fue gratificante ver su cara de estupor ante la condena e indemnizaciones multimillonarias impuestas por el juez como responsables de al menos 36 muertes por envenenamiento.

El juicio había finalizado y ya que estaba en Burgos, decidí acercarme a Avilés a ver a mis padres. En la estación compré el Diario de Burgos y sonreí al leer el titular del reportaje a página completa que decía: “El abogado Luis Graiño salva miles de vidas al destapar un entramado de corrupción y el envenenamiento de las aguas de Lerma ”

Recorté la hoja con delicadeza y subí al tren. Al llegar a Avilés me dirigí a la tienda de marcos y molduras que hay en la Calle de las Artes.

  • Hola buenas tardes, quería enmarcar esta hoja del periódico.
  • ¿Algún tipo de marco en especial?
  • Si, uno como esos que tenéis para los Títulos de Medicina. Es un regalo para mi madre.

 
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1 comentario:

  1. Y como quedo tu madre?, me imajino como madre que soy que sr olvidaría de la medicina, yo soy de Aviles y el apellido Graiño me suena mas a farmacia, pero perdona mi falta de sabiduria, en ningun momento pongo en duda lo de la Medicina, ademas admiro tu forma de escribir pues este relato esta fenomenal

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