Cuatro
generaciones de médicos en la familia y yo abogado. Quise serlo
desde chiquillo. Nunca tuve la menor duda. Mi madre siempre trató de
quitármelo de la cabeza. La recuerdo gritándome “¿Vas a
renunciar al verdadero reconocimiento social y a la posibilidad de
salvar cientos de vidas... para ser un chupatintas?”.
Pero
nada de lo que ella me hubiera podido decir hubiera cambiado mi
decisión. Me fui a estudiar a la Complutense de Madrid y me
especialicé en derecho hispano-francés y gracias a los programas de
colaboración entre la Complutense y la Sorbona, hice los últimos
años de la Carrera en París.
Vivía
en un pequeño apartamento cerca de la Facultad en el Barrio Latino.
Me encantaba ir a cenar a las brasseries y pasear la noche parisina.
A veces me perdía por las callejuelas del barrio de los pintores de
Montmartre, me daba una vuelta por el Sena o caminaba hasta los
campos de Marte y luego bajaba en metro. Adoraba París.
Conocí
a Marie en Le Caveau de la Huchette, una pequeña sala de jazz cerca
de Notredame a la que solía ir con compañeros de clase. Empezamos a
salir juntos y mi vida dio un giro de 180 grados. Ella era la hija de
la famosa Susan George, miembro de la dirección de Greenpeace. Poco
a poco empecé a involucrarme en temas de cambio climático y
contaminación. Íbamos juntos a manifestaciones y protestas y casi
siempre acabamos empapados por las mangueras de los antidisturbios y
perseguidos por la policía. Fueron unos años intensos y
maravillosos.
Cada
vez que volvía a Avilés a visitar a mis padres mi madre seguía con
la misma letanía: “¡Mira que no hacer Medicina con lo listo que
tú eras! ¡Derecho, válgame el cielo, Derecho! ¡Eso no
vale para nada! y además ahora te juntas con terroristas”.
-”Activistas,
mamá, se dice activistas”. Siempre regresaba a París con la
cabeza como un bombo.
Para
Greenpeace cada vez llevaba más temas jurídicos y resulte ser
francamente bueno y eficiente. Un día cayó en mis manos un
expediente de varias denuncias contra una gran multinacional
americana que presuntamente estaba contaminando las aguas freáticas
de toda una comarca de Burgos, el pueblo más afectado era Lerma,
donde recuerdo haber pasado muchos veranos de mi niñez. Lo cogí con
un cariño especial.
Fue
un caso muy duro, que me llevó más de dos años, muchos intereses
creados, corrupciones, expedientes extraviados y amenazas. En muchas
ocasiones me sentí como Erin Brockovich luchando contra la Pacific
Gas. Al final conseguí hacer comparecer ante los tribunales a los
directivos de la multinacional y a algunos miembros de la Corporación
Local por delito contra la salud pública y envenenamiento de aguas
con plomo y arsénico. Fue gratificante ver su cara de estupor ante
la condena e indemnizaciones multimillonarias impuestas por el juez
como responsables de al menos 36 muertes por envenenamiento.
El
juicio había finalizado y ya que estaba en Burgos, decidí acercarme
a Avilés a ver a mis padres. En la estación compré el Diario de
Burgos y sonreí al leer el titular del reportaje a página completa
que decía: “El abogado Luis Graiño salva miles de vidas al
destapar un entramado de corrupción y el envenenamiento de las aguas
de Lerma ”
Recorté
la hoja con delicadeza y subí al tren. Al llegar a Avilés me dirigí
a la tienda de marcos y molduras que hay en la Calle de las Artes.
- Hola buenas tardes, quería enmarcar esta hoja del periódico.
- ¿Algún tipo de marco en especial?
- Si, uno como esos que tenéis para los Títulos de Medicina. Es un regalo para mi madre.
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Y como quedo tu madre?, me imajino como madre que soy que sr olvidaría de la medicina, yo soy de Aviles y el apellido Graiño me suena mas a farmacia, pero perdona mi falta de sabiduria, en ningun momento pongo en duda lo de la Medicina, ademas admiro tu forma de escribir pues este relato esta fenomenal
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