Memoria de la esperanza - Esperanza Tirado


                                             



Relato inspirado en la fotografía


¿Qué dice usted que hace señorita? Ah, escribir un artículo para el periódico. Ya, ya…
Escribir lo aprendí yo en la escuela cuando era niño. ¿Sabe usted? Cuánto tiempo hace ya de eso… Me acuerdo del señor maestro, que el hombre pasaba más frío que nosotros. Le pagaban cuatro pesetas y no tenía leña para calentarse. Se la traíamos nosotros de nuestras casas, sin que nuestros padres se enterasen. Pero vaya si se enteraban. La de coscorrones que me llevé. Que nosotros no éramos ricos. Qué va. Éramos más pobres que las ratas. Y es que en esos tiempos no había casi donde caerse muerto ¿Sabe usted?
Claro, los de ciudad de ahora no saben de estas cosas. Les queda lejos. No, si no lo digo con mala intención señorita. ¿Usted qué iba a saber si no había nacido?
Pero fueron unos tiempos muy malos. Sí, malos de verdad. No había casa donde no hubiera un muerto, un desaparecido, una oveja negra… Nadie decía nada, por miedo, por qué sé yo qué cosa…
Luego, poco a poco, fuimos a mejor. Y me pusieron a trabajar en los trenes. No sabía conducir ni un coche. Tampoco había por aquí. Valían mucho dinero.
Pero me enseñaron lo de los trenes y me acabó por gustar aquello de echar carbón a la máquina y hacer sonar el silbato para avisar de que pasábamos. Llegaba a casa hecho un borrón y mi madre, que en Gloria esté, siempre me regañaba. Luego le tocó regañarme a mi santa. Que era una santa de verdad. Muy guapa y muy hacendosa. La preñé tantas veces que la pobre parecía un barril. Mis hijos salieron buenos. No se le murió ni uno. Tenía buena leche. Y eran estudiosos. Pero la juventud no quiere el campo. Es muy duro. Y se fueron poco a poco. Tampoco los trenes le gustaron a ninguno.
Ahora están en la ciudad. ¿En cuál? No importa. La ciudad es muy grande. Hay muchas cosas. Se trabaja de otra manera. Y no quieren saber nada del campo. A veces vienen con sus hijos. Mis nietos. Pero en verano se van a la playa y a sitios caros.
Cuando me jubilé de los trenes nos sentábamos mi mujer y yo a la vera del camino a pasar el rato con los vecinos que quedaban. Sin los trenes no sabía qué hacer. Decían que mis ojos no veían bien. Y que podía equivocarme y sufrir un accidente. Hombre, ver veía; pero reconozco que a veces se me venía una nube y veía borrones. Pero no era siempre. Y un médico me llevó a un hospital de la ciudad y me operó. Ahora veo estupendamente. Pero no me dejaron volver a los trenes.
Así que me hice una huerta al lado de casa. No era gran cosa. Pero algo sacábamos para comer. Patatas, alguna berza, lechugas… ¿Sabe usted? Y así me entretenía. Mi mujer limpiaba patatas y yo cuando dejaba la fesoria charlaba con los que quedaron en el pueblo y con los que volvieron de la ciudad porque se cansaron del ruido y de las prisas. Y como se pasaban el día sin hacer nada, más que jugar al parchís o al dominó en la taberna, pues les dio por recuperar los oficios antiguos de sus padres.
¿Un qué, señorita? ¿Un jobi? No sé qué es eso. Desde luego, las palabras tan raras que traen los de ciudad. Parecen forasteros.
Pues eso, lo que le estaba diciendo. Que Manolo, el de donde el camino de la ermita, volvió al pueblo. Y claro, el hombre se había quedado solo. Y para entretenerse andaba por el monte y apañaba castañas y setas y las regalaba a los vecinos.
Y un día fui a su casa a llevarle unas patatas. Y mirando por el establo, que antes tenía cabras y pitas, encontramos ferramientas viejas de su padre. O de su abuelo. Ya no recuerdo.
Y los dos pensamos ‘pues estaría bien arreglarlas y usarlas otra vez’.
Yo no sabía nada de arreglar ferramientas. Pero él, que aprendió de su padre o de su abuelo, me fue enseñando a mí. Y pasábamos las tardes quitando lo ferruñoso del metal. Y rehaciéndolas y cabruñándolas para usarlas en condiciones y así poder limpiar las sendas.
¿Qué dice? Ah, sí. Ya. Dar aviso a los del concejo. Eso hay que ir a la capital, pero no nos hacen ni caso. Somos cuatro viejos. Ya nos apañamos cuando organizamos una sestaferia con los pocos que quedamos.
Me acuerdo de cuando mi padre era el encargado de convocar a todos los de la zona. Los críos lo pasábamos de maravilla. Se suspendían las clases porque el maestro ayudaba también. Y todos íbamos corriendo por los praos, repartiendo agua o vino para los paisanos. Que algunos cogían las piedras de la montaña y rehacían los caminos. Y otros segaban la yerba y quitaban las ramas secas. Las mozas lavaban la ropa de casa de toda la aldea en los lavaderos. Que decoraban con flores y las ramas que quitaban de los caminos. Y luego las mujeres hacían de comer para todos y se organizaba una romería en el prao. Y cantábamos y bailábamos y comíamos hasta fartarnos. A veces, cuando había cuartos, matábamos un cordero o un gochu. Menudas folixas aquellas…
¿Buena memoria tengo, dice usted? Sí, será eso. O que ya son muchos años a las espaldas. De nostalgias y palabras de esas no entiendo, señorita.
Tengo la esperanza de que un día, cuando a lo mejor yo esté bajo una losa en el cementerio, alguno de mis nietos o los nietos de Manolo el de la ermita o los de alguno que anda jugando al dominó o al parchís en la taberna, vuelva por aquí y se den cuenta de que lo que hacían sus mayores en el campo tenía su importancia.
O a lo mejor esto son solo historias de un viejo de campo.
¿Y a usted? ¿Le gustan los trenes, señorita?




BERZA: Vegetal de hojas verdes que pertenece a la misma familia de la col, las coles de bruselas y el brócoli. 

FESORIA: Azadón, herramienta de labranza.

APAÑAR: Recoger y guardar alguna cosa.

PITA: Gallina.

SESTAFERIA/ SEXTAFERIA: Trabajos comunes y obligados de una aldea. Carga vecinal para hacer trabajos de reparación en los caminos del concejo.  La sextaferia es un trabajo hecho en comunidad en el cual se dedica un día entero -por lo general los viernes- (siendo el sexto día desde el domingo). Dicho trabajo es hecho por los vecinos de una comunidad o pueblo para la reparación de caminos, fuentes, abrevaderos, lavaderos y similares, y zonas comunales para que estas estén en igualdad de condiciones. Es parte del derecho consuetudinario asturiano 

FERRUÑOSO: Óxido, herrumbre de los metales.

CABRUÑAR: Sacar o renovar el corte a la guadaña, picándolo en toda su longitud con un martillo adecuado sobre un yunque pequeño que se clava en la tierra.

GOCHU: Variedad de cerdo presente en Asturias.

FOLIXA: Fiesta, día de fiesta.




















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