Eran sobre las 17.00 h del mes de Julio,
un sol abrasador lanzaba sus rayos sobre la cristalera de mi pequeña
oficina, en la que se podía ver unas de las calles más recónditas
de la ciudad. Sentado sobre una silla de cuero con ruedas que solía
utilizar para poder moverme por la pequeña oficina hacia la cajonera
donde guardaba los informes de los casos que estaban pendientes
resolver y apoyado en su respaldo, me encontraba esperando el fin del
día; aburrido, sudoroso por el calor asfixiante del verano, viendo
como lentamente pasaban las horas mientras ojeaba el periódico del
día. De repente sentí la boca seca como si anduviera por el
desierto y no tuviera una gota de agua que llevarme a la boca. Me
dispuse a abrir un cajón de la mesa del despacho donde guardo un
vaso y una botella del whisky JB que me había regalado un viejo
informador como agradecimiento de un favor que me había pedido,
destapé la botella, cogí el vaso y vertí una buena cantidad del
elixir, que por unos momentos me ayudarían a pasar el tiempo. Cuando
me disponía a echar un trago oí como alguien golpeaba el cristal de
la puerta, sobresaltado levante los ojos y pude vislumbrar detrás
del cristal una silueta femenina, esbelta, o esa era lo que mi
imaginación me hacía ver, me recoloqué la corbata un poco ridícula
que me había comprado como auto regalo de navidad y me abroche el
ultimo botón de la camisa, me levanté de la silla y me dispuse a ir
hacia la puerta. Cuál fue mi sorpresa cuando lentamente pero con
aires de superioridad gire la manilla y lentamente abrí la puerta.
Al otro lado de la puerta me encontré con una mujer espectacular.
Ella se presento, dijo que se llama Mary y que necesitaba la ayuda de
un buen detective. Cortésmente le dije que entrara y tomara asiento
en una butaca que tenia para las visitas. Ella entro con un contoneo
sutil, sensual y a la vez melódico, quería apartar la vista de su
trasero, pero me era imposible, cuando se sentó me presente
formalmente; aunque por mi cabeza pasaban otro tipo de cosas que eran
menos formales. Al instante le pregunte ¿en que podía ayudarla?
Ella contesto por esos labios de seda carnosos y pintados color
carmín; “Estoy casada con un político muy conocido de esta
ciudad, muy poderoso, y se comenta que suele andar con otras
mujeres, al principio pensé que eran habladurías, pero hace unos
días le sonó el móvil y cuando conteste, porque él estaba en la
ducha pude oír una voz femenina, tengo temores que me sea infiel”
ella seguía contándome. Pero a decir verdad mi cabeza estaba
nublada y no podía prestarle mucha atención a sus palabras, podría
echarle la culpa al calor infernal del verano o al trago de JB que me
había bebido antes pero mentiría porque la verdad era que no podía
quitar los ojos de aquel escote de aquella mujer, aquel escote que
bajaba en pico y dejaba ver sutilmente el canalillo, aquel escote del
vestido rojo ceñido que dibujaba la silueta como si fuera esculpido
por el mejor escultor de la ciudad, aquel escote por el cual bajaban
las malditas gotas de sudor o tal vez fueran lagrimas de la misma
forma que baja el agua por las cascadas. Para quitarme aquella
sensación rápidamente la interrumpí y le pregunte si quería algo
de beber, ella me respondió “No gracias” después le ofrecí un
cigarrillo, ella me miro con sus ojos penetrantes como si lanzaran
pequeños cristales que me quisieran atravesar el corazón y con una
voz tan dulce y aterciopelada me contesto “Si gracias”. Abrí el
segundo cajón de mi mesa de despacho y saque la cajetilla camel, me
levante y le ofrecí uno de los cigarrillos de aquella cajetilla.
Ahora mi corazón latía al ritmo de un tambor, mis manos estaban
sudorosas, por mi cabeza pasaban miles de ideas perversas o tal vez
no tan perversas, imágenes de aquella mujer tan exuberante, imágenes
en la que ella estaba desnuda en aquel pequeño despacho y yo estaba
desnudo, y le acariciaba su piel que seguramente tendría el tacto
del terciopelo, mientras besaba aquellos labios carnosos que
seguramente sabrían a miel , ella estaba encima mía y yo lentamente
le introducía mi seno en el suyo y oía un jadeo tan atractivo y
sexual que era como si acariciaran mis oídos sus voz dulce y a
terciopelada.
El sonido de las campanas de la catedral
me hicieron volver a mí. Respire hondo para relajarme, trague saliva
eh intente pensar en otra cosa. Cuando conseguía centrarme en el
problema de aquella mujer, ella me miraba con mirada dulce e
inocente, y me con voz triste y preocupada me pregunto” ¿si podría
ayudarle con el problema, y resolver sus dudas?” le dije que por
supuesto pues se encontraba con el mejor detective de la ciudad, ella
se levanto, se acerco a mí, y me dio las gracias me dijo que me
pagaría cuando terminara el trabajo. Alejándose y caminando hacia
la puerta con aquel contoneo y con una dulce fragancia que
desprendía seguramente de un perfume chanel Nº5, abrió la puerta y
se marcho.
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